Los comentaristas de deportes solemos tratar temas ingratos, especialmente por las novedades del fútbol de estos días, con la poderosa excepción de los títulos y distinciones de Christiane Endler, dolida también por la muerte de Marco Cornez, tan importante en su formación.
Lo que pasa es que comentamos noticias y estas no son siempre buenas, alegres o promisorias. Y sus protagonistas no son siempre inteligentes, sinceros o confiables. Es así porque así es la vida y es la realidad que alcanzamos a percibir. Hay luz y hay sombra, hay día y hay noche, hay triunfos y hay derrotas.
Para la columna de hoy es un día luminoso y divertido, entretenido y sorprendente en más de un caso. Se trata de un libro que apareció hace unos días. Un libro producido por periodistas que relata historias de periodistas. Pero no es “periodismo de periodistas”, de lo que suele quejarse Benjamín Bezaquén, el comentarista de tenis que no tolera los chismes entre colegas, con razón.
Este libro se refiere a un aspecto muy puntual del periodismo de deportes, como queda establecido en su título: “Enviado Especial”. De eso se trata, de las historias, viajes, anécdotas, peripecias varias y pellejerías vividas por varios periodistas que ansiaban ser enviados, otros que le tenían temor al encargo y unos que se emocionaron con la especial determinación de un jefe.
La recopilación de las historias la hicieron dos conocidos colegas, ambos especialmente ligados al tenis. Mario Cavalla ya nos había impresionado en 2006 cuando publicó una monumental “Historia del Tenis en Chile”, la que guardo en una estantería que un carpintero reforzó para sostenerla. Notable. Antes, en 1998, había ganado el Premio Antonino Vera, que el Círculo de Periodistas Deportivos entrega a un joven que promete. Su socio recolector de historias para el libro fue Rodrigo Hernández, especialista en tenis, jefe de ADN Deportes (es “el que más sabe”), elegido para el Premio Mejor Periodista del Círculo en diciembre de 2013 (el mismo día que este columnista fue distinguido como Maestro del Periodismo, que es la forma académica con que llamamos a los “Viejos Cracks”). Y es un buen muchacho, según todos, y muy viajado.
Si algo le va a pasar al leer este libro, es que se va a reír mucho, porque a los periodistas enviados a todas partes les pasan muchas cosas. No todos “se peinan” con el inglés y otros idiomas, no viajan con viáticos millonarios, andan siempre apurados para cumplir con los despachos, lo que se complica muchísimo cuando viven con horas de atraso o adelanto con el horario chileno. En fin, les pasa de todo. Hasta lloran, cuando se encuentran en un lugar histórico al que jamás habrían llegado si no fuera por esta misión periodística. Sufren si descubren que un compañero de viaje estuvo usando durante varios días su cepillo de dientes…
¿No me cree? Créame. Y le anticipo que hay más historias por el estilo.