Dos conciertos significativos se hicieron esta semana en Santiago, ambos a cargo de batutas chilenas que están triunfando en el extranjero. El martes, en el Teatro Corpartes, Paolo Bortolameolli (Santiago, 1982), director asociado de la Filarmónica de Los Angeles y flamante director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, se puso al frente de este conjunto, conformado por jóvenes de entre 18 y 24 años, para hacer, con la pianista de origen ruso Svetlana Kotova, el estreno mundial, histórico, del Concierto para piano y orquesta de Jorge Peña Hen (1928-1973). Peña es una figura crucial en la música de este país: fundó, en La Serena, la primera orquesta infantil de Latinoamérica en 1964, precursora de lo que sería El sistema en Venezuela, y la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles en Chile. Su vida, su brillante carrera y sus proyectos quedaron tronchados cuando, en octubre de 1973, fue fusilado por la Caravana de la muerte.
De lo que se sabe menos, es de su enorme talento como compositor, lo que quedó bien demostrado en esta entrega: su Concierto para piano (1952), escrito a los 24 como regalo de matrimonio para su señora, la pianista Nella Camarda, lo muestra como un artista en pleno uso de sus poderes, con ímpetu juvenil y una atractiva libertad creativa. La obra, estructurada en tres movimientos, es ecléctica en su lenguaje no vanguardista, y da cuenta de las influencias del músico: hay ecos del impresionismo de Debussy, del postromanticismo de Rachmaninov, del piano más percusivo y expresionista de Bartók, pero el resultado es muy original y atrayente. Después de un breve y asertivo acorde en la orquesta, entra de inmediato la solista con arpegios y arabescos de gran virtuosismo, y dialoga con el conjunto hasta que este presenta el tema principal, triunfante. Destacó aquí la equilibrada instrumentación de la pieza, con un lucimiento democráticamente repartido en todas las secciones, incluida una sugestiva melodía en los chelos que parece que será una fuga, pero que se diluye en otras ideas. El movimiento central, marcado Andantino, encontró a una Kotova reflexiva y muy musical, más concentrada en su iPad que en las indicaciones del director, para tocar las frases dulces pero no exentas de dramatismo. El Rondó-Allegro final, urgente y jubiloso, contiene una compleja cadenza apenas interrumpida por la orquesta, que recuerda, hacia el final, el tema inicial de esta partitura. Y de la manera más inopinada, el piano, solitario, retoma el discurso para cerrar todo, calmadamente, con un arpegio de La menor. ¡Qué tal! Un triunfo para los intérpretes, que debieron emprender un trabajo musicológico mayor para rescatar este Concierto del olvido, y que debiera repetirse pronto.
Luego,“El sombrero de tres picos” (1919) de Manuel de Falla, en el que Bortolameolli brilló a cargo de la orquesta: el director exigió a los juveniles —muy reactivos— para hacer gestos típicos de su cuño, como el accelerando de la farruca andaluza o la explosión de ritmo de la jota aragonesa.
La joven promesa
El miércoles, por su parte, debutó Luis Toro Araya (San Vicente de Tagua Tagua, 1995) frente a la Orquesta de Cámara de Chile, en la Parroquia San Vicente Ferrer de Los Dominicos. A sus 26 años, Toro, recién nombrado director asistente de la Orquesta Nacional de España, mostró una interesante madurez, con movimientos justos y sin aspavientos, para abordar la Obertura “Coriolano” (1804) de Beethoven, el Divertimento para cuerdas (1939) de Bartók y la Sinfonía Nº59 (compuesta en la década de 1760) de Haydn. Entre muchos aciertos en su interpretación, sobresalió el Molto adagio de la pieza de Bartók, música escalofriante y cargada de presagios, con un cuidado control del volumen y de las entradas que hizo que se entendieran muy claramente las geniales ideas del compositor húngaro. Y el primer movimiento de la sinfonía de Haydn, poco tocada, un Presto que sonó lleno de energía fresca e ingeniosos contrastes.
Si Bortolameolli ya está alcanzando su consagración internacional, Toro, radicado en Zúrich, lo sigue a pasos agigantados: en 2021 y en menos de 20 días, fue finalista del Premio para jóvenes directores Herbert von Karajan y uno de los ganadores del Concurso internacional de dirección de Rotterdam, que se definirá en junio.