Señor Director:

La reforma constitucional que instauró el proceso constituyente establece que en caso de que se apruebe el texto de Constitución propuesto por la Convención, la nueva Constitución entrará en vigor en la fecha de su publicación en el Diario Oficial, quedando en dicha fecha derogada la actual.

A su vez, dispone que, si se rechaza el texto propuesto, la actual Constitución continuará vigente.

Hay consenso absoluto en el país de que las opciones del plebiscito de salida son igualmente válidas y legítimas. Consecuencia natural de ello es que sus resultados y consecuencias merecen el mismo respeto.

Si triunfa la opción Apruebo, tendremos una legítima nueva Constitución que nos regirá por décadas. En caso de triunfar la opción Rechazo, dicha decisión popular constituirá la validación plebiscitaria y democrática de la actual Constitución.

Es hora de dar vuelta la página y de que la clase política se comprometa a respetar el resultado de las urnas, sea cual sea. Que el país haga un pacto con un principio mínimo de seriedad, ya que no aguanta más incertidumbre política e institucional. No es legítimo ni respetuoso con la ciudadanía que en caso de que gane el Apruebo tengamos “una Constitución por los próximos 40 o 50 años”, y que en caso de que gane el Rechazo sigamos por el contrario en un estado de incertidumbre constitucional indefinido.

La voluntad popular que se expresará en el plebiscito de salida debe respetarse cualquiera sea el resultado. Si nuestra clase política, ante un triunfo del Rechazo, ignora el mandato popular y se embarca nuevamente en un proceso o aventura constituyente, contrariando el mandato popular de validación y vigencia constitucional, firmará definitivamente la sentencia de muerte de su legitimidad.

Andrés Chirgwin