No diré que “a cualquiera le pasa” porque creo que solo le pasó… a mí.
En efecto, llegué a pensar que podía haber algo de verdad en la denuncia de Francisco Gilabert. Al menos, sospeché. Tal vez por la costumbre de que en la ANFP todo suele ser un desastre.
Vea usted la historia:
En agosto de 2020, recién asumido el actual directorio de la rectora nacional, fue despedido el entonces presidente de la Comisión de Árbitros, Enrique Osses, que se mantuvo durante cuatro años a la cabeza. No se dieron entonces las causas o razones del despido. Una medida tan importante como urgente, pues la nueva directiva recién completaba 28 días en el cargo y se estaba a horas de la reanudación del campeonato, suspendido durante más de cinco meses por las restricciones de la pandemia. Mucho apuro.
Aquel despido fue un misterio, aunque Osses se fue con palabras de reconocimiento para no “quemarse” ante un futuro jamás previsible en la organización. Ahí siempre soplan vientos amenazantes y algo así dijo el presidente de la ANFP explicando el descabezamiento: “Pensamos que era necesario un cambio de aire”. El refresco lo traería Jorge Osorio, que asume formalmente (ya era interino) la presidencia arbitral el 16 de octubre de 2020.
Pero el siguiente ventarrón soplaría solo un año más tarde, el 21 de septiembre de 2021, cuando Osorio es también despedido. El exfifo había dicho al asumir: “Es una muy buena sensación sentir el respaldo de la Federación de Fútbol de Chile y del directorio para asumir este desafío”. La ANFP fue escueta nuevamente: “El directorio de la ANFP informa que el señor Jorge Osorio Reyes deja su cargo como presidente de la Comisión de Árbitros este martes 21 de septiembre” y lo aprecia: “La ANFP agradece su trabajo desde agosto de 2020 y le desea todo el éxito en sus próximos desafíos profesionales”.
No era necesario que la institución diera razones, pues el ambiente ya se conmovía con la siguiente designación: la de Javier Castrilli, el ex “Juez de Hierro” del fútbol argentino, anunciado en su cargo el 22 de septiembre de 2021.
Dijo al llegar: “Mi función es transformarme en un gerente, por lo que seré yo la cara visible. Las autoridades de la ANFP y de la Federación no me dieron una responsabilidad simbólica. No vendré a calentar una silla”. También dijo: “No podemos permitir que el fútbol siga transmitiendo la impunidad. Queremos que el fútbol tenga transparencia”. Castrilli fue despedido hace unos días por la ANFP, el 6 de abril, ante la amenaza de los árbitros de paralizar el campeonato si no se reintegraba a los 14 despedidos por él.
En esta columna, cuando asumió, se dijo “¿A qué viene Castrilli?”, porque no se sabía. Y tampoco se supo después. Hasta este lunes, cuando se dio a conocer el informe de la investigación del oficial de cumplimiento de la ANFP, Miguel Ángel Valdés, que establece en 200 páginas que no hubo presiones sobre Gilabert, que no existió el llamado denunciado por Gilabert y que “se lograron recopilar antecedentes y datos que evidencian la existencia de actos destinados a desacreditar y difundir información destinada a desestabilizar el arbitraje chileno y la transparencia de la actividad del fútbol”.
Castrilli, entonces, vino a fumigar. Pudieron decirlo al comienzo, así los corruptos tal vez se habrían abstenido.