El mundo del fútbol chileno es de calco y cálculo, donde se conoce el prólogo, los capítulos y el epílogo, por lo tanto, más allá de la alarma y revuelo, de críticas y rabia, columnas, desazón, renuncias o despidos, en fin, despúes del escándalo y la indignación, lo que viene es un escenario idénticamente igual.
Es una fortaleza inmutable y resistente, porque en ello se las va la vida, las ganancias y hasta la existencia a las SADP (Sociedades Anónimas Deportivas), donde los representantes encontraron una mina a tajo abierto y también comodidad, propiedad, gestión y hasta ascenso social, para un oficio con mala prensa.
Las SADP dominan a la ANFP y por su intermedio controlan la Federación de Fútbol de Chile, esto quiere decir selecciones nacionales, televisión, publicidad y más dinero. Ese filón tampoco puede ser para siempre, pero lo hacen durar lo que más puedan.
La FIFA pidió separar las ligas profesionales de las federaciones, porque sus intereses y naturaleza son distintos, acá y entre nosotros, se anuncia y no se hace, porque les basta con decir que se va a cumplir o que ya se realizará, y con eso se logra tiempo.
Las SADP utilizan el tiempo y su condición de empresa privada como escudo y coraza. En eso se parapetan y protegen, hasta ahora.
Responden a una cultura de sobrevivencia, saben que hay algo de vida prestada, son oportunidades en tránsito y todo se acaba, así que ante el escándalo que estalla y la corrupción que asoma, la solución vendrá de ellos mismos.
No es broma, se trata de gente honorable y seria.
Será una comisión interna, para una investigación completísima.
En rigor ya se hizo, según Pablo Milad, presidente de la ANFP.
¿En qué topamos? En nada, por supuesto, se puede hacer otra, otra y dos más si quieren.
¿Alguien se siente perjudicado? Deportes Copiapó, por ejemplo, un club que ya puso precio al perjuicio sufrido: compensación económica. Todo se arregla cuando la plata es buena.
Y si las circunstancias piden que rueden tres cabezas chicas o una grandota, siempre y cuando el corte sea inevitable, claro que se puede hacer.
En esto no hay vergüenza ni dolor, porque se trata de la subsistencia.
El sistema se defiende, el imperio contraataca y la misión es que no venga nadie extraño, porque le temen a la gente externa: funcionarios insensibles, técnicos endurecidos y, en general, personas poco razonables.
Que el Estado no se meta bajo ningún nombre, léase superintendencias, comisión de diputados, justicia civil y cualquier organismo raro, porque ellos tienen identidad propia, son vacuna y enfermedad, sus reglamentos son únicos, sus virtudes privadas, endemoniadamente originales y se rigen por sus propias leyes.
¿Qué es lo que importa? Lo que ya lograron. Que alguien sople el pito y se ponga la pelotita en movimiento, que venga otra fecha, mientras todo queda en famila, la tele transmite y aquí no ha pasado nada.