Estimados lectores, voy a utilizar la clasificación de la Oficina Nacional de Emergencia, la alerta amarilla, para quienes votamos el apruebo de una nueva Constitución cuya identidad central era la creación de un Estado Social y democrático de Derecho.
Entramos en alerta a partir de las últimas cuatro encuestas de opinión pública, tres de las cuales muestran un triunfo del rechazo a la nueva Constitución y el cuarto estudio evidencia un empate técnico entre el apruebo y el rechazo. Pero para conseguir un objetivo siempre tenemos que indagar por qué se ha producido este fenómeno, es decir, pasar de un 78% que votó en el plebiscito por una nueva Constitución a una situación de empate con los que rechazan una nueva Carta Magna.
En mi opinión, convergen en esta evolución tres factores que se retroalimentan para la situación actual que muestran estos números.
El primer factor indudable es el rechazo a la nueva Constitución por gran parte de la derecha, sea esta en su versión política, económica, social, cultural y sobre todo mediática. Esta derecha nunca quiso una nueva Constitución y solo se abrió a ella en el marco de la revuelta del 19 de octubre y de la marcha más grande en la historia de Chile. Esta derecha está utilizando todas “las formas de lucha” para desprestigiar el trabajo de la Convención y generar un clima de opinión pública en contra de la propuesta de una nueva Carta Fundamental. Sin duda que está teniendo éxito en ese objetivo y por eso nuestro estado de alerta. Quizá vale la pena recordar un video que circuló en las redes sociales que muestra al ministro del Interior de la época, Andrés Chadwick, iniciándose el segundo período de Piñera, en un encuentro con el gran empresariado chileno en CasaPiedra. En el momento en que el ministro sostiene frente a su auditorio que el gobierno de Piñera 2 ha decidido congelar la tramitación del proyecto de reforma constitucional presentado por Michelle Bachelet a fines de su gobierno, el auditorio estalla en aplausos y de pie, ahí estaba el corazón de la derecha económica y sus vinculaciones con el resto de las derechas ya mencionadas.
Pero existe un segundo factor que alimenta el ya señalado y que corresponde a las posiciones más radicalizadas que existen en la Convención. El radicalismo en materia de propuestas, sobre todo en las comisiones, y que dicen relación con los pueblos originarios; regionalismo; paridad y medio ambiente, nutre a la campaña de la derecha. Asimismo y a manera de ejemplo, algunas propuestas en las respectivas comisiones de trabajo por sus indefiniciones reiteran la “munición” para la ofensiva derechista. Voy a colocar solo tres ejemplos: en materia de expropiaciones, lo que hay que hacer es garantizar al expropiado el pago inmediato del valor de la propiedad afectada y no traspasarlo a ley derivada en este tema; los fondos previsionales actualmente y en el futuro son propiedad de los trabajadores, como lo han reiterado hasta el cansancio el Presidente Boric y el gobierno; no obstante, al dejar la más mínima duda, nuevamente la derecha se alimenta de la desconfianza ciudadana; tercer y último ejemplo, en materia de sistema político y en el marco de una Cámara de Diputados y Diputadas que se podría constituir en el corazón de la construcción legislativa, no es posible que se proponga en la Convención bajar el umbral de exigencias para la continuidad de los partidos políticos legalmente establecidos de un 5% a un 3% en una elección de diputados o bien bajar el umbral para la sobrevivencia desde elegir 4 parlamentarios a conseguir 3 parlamentarios. Un botón de muestra: hoy día, con los actuales umbrales, hay 18 partidos representados en la Cámara de Diputados y 10 en el Senado. Así es imposible gobernar. Refuerza lo anterior un sistema electoral de listas abiertas y la posibilidad de que los movimientos sociales puedan elegir parlamentarios, lo que sencillamente termina en una fragmentación ingobernable en el Congreso Nacional.
Pero en mi opinión, también hay un tercer factor que explica el avance del rechazo y el retroceso del apruebo, que es la falta de conducción política del bloque que gobierna Chile y que también está representado en la Convención. Lo que es inconcebible es que los que están en el Gobierno unidos tras el Presidente y el programa estén permanentemente divididos en la Convención. Esto exige una conducción política que obligue a los convencionales que pertenecen a los bloques gubernamentales a tener una sola estrategia en la Convención, constituyéndose por su número en el factor determinante en las votaciones del pleno de la Constituyente. Para que quede claro, me estoy refiriendo a los convencionales del Partido Comunista, del Frente Amplio, del Frente Regionalista Verde Social, del Colectivo Socialista y del Colectivo del Apruebo, es decir, los mismos bloques que conducen el país desde el Gobierno no pueden estar divididos en la Convención. En lo personal, creo que la clave para enmendar el rumbo de un posible triunfo del rechazo está en este punto, porque simultáneamente, al haber una sola conducción política, se puede en paralelo enfrentar a la derecha y contener el radicalismo y refundacionismo de un sector de la Convención.