La nueva Constitución española fue aprobada por el 91,81%. Está claro que eso no pasará en Chile.
Cuatro encuestas mostraron esta semana que el Rechazo le gana al Apruebo y dos muestran un empate técnico. Una realidad muy distinta a la de hace algunos meses.
La reacción inicial fue instantánea: romper el termómetro. Culpar al mensajero. Matar a la paloma. Se dijo que las encuestas no le habían achuntado al plebiscito de entrada, que esto era culpa de los medios de comunicación, que el empresariado, que la derecha. Otros esbozaron la clásica autocrítica de que “lo que aquí ha faltado es una buena comunicación”…
Ni lo uno ni lo otro.
Las encuestas fueron muy precisas en el plebiscito y en las últimas elecciones. Por otra parte, culpar a los medios del rechazo a la Convención es tan absurdo como pretender culparlos del estallido social (como hizo gran parte de la derecha).
Respecto de que esto responde a una falla comunicacional, evidentemente no es tal. La gente no solo ha podido ver el espectáculo circense que a ratos, al ritmo de “plurichile es tu cielo azulado”, ha primado en la Convención, sino que también se ha ido enterando de las demencias aprobadas en las comisiones y de aquello que se ha ido aprobando en el pleno.
Es que, como dijo el gran filósofo Fernando Savater, “chalados ha habido siempre en el mundo; el problema es que hagan constituciones”.
Lo que llevamos hasta ahora es que seremos un Estado plurinacional, siguiendo el camino de Bolivia, en vez de seguir el camino de la multiculturalidad canadiense o neozelandesa. Paradójicamente, la Convención ha promovido un planteamiento que no tiene apoyo en la población, incluida la que se autoidentifica con alguna etnia indígena, y que podría tener consecuencias impredecibles para las aspiraciones de unidad e integración.
Y de ahí en adelante una serie de otros temas, cuyo adalid es el “acuerdo transversal por el sistema político”, un acuerdo entre las izquierdas que debilita al Presidente y borra al Senado. Una gran asamblea, donde además el sistema electoral queda sujeto a los cambios de mayorías circunstanciales. Caldo de cultivo para las peores expresiones políticas.
Suma y sigue.
Así las cosas, aunque se apruebe la nueva Constitución ya es posible aventurar que la Convención ha fracasado. No habrá construido la casa de todos. Ni la de una mayoría sustanciosa. La nueva Constitución no se aprobará por el 90% español ni por el 80% del Apruebo. Se aprobará con el 50+poco. Si es que se aprueba.
Y la paradoja es que el espíritu que circunda hoy es el mismo esbozado por Jaime Guzmán: “La Constitución debe procurar que, si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría”. Solo hay que sustituir la palabra “izquierda” por “derecha”.
Así, el sistema propuesto por la Convención propicia que la derecha no pueda gobernar y que, si lo hace, se tenga que atener a lo que hay. Como era la Constitución de 1980. No como es la Constitución de 2005.
Después de los sorprendentes resultados electorales de noviembre pasado, se dijo que la Convención se moderaría. En el viaje que hicieron a Concepción se dijo que “se respiraba otro aire”. Pero nada de ello ocurrió.
El Presidente Boric, una vez más, se alejó de su piño, para mostrar su preocupación de lo que está pasando, en vez de culpar a los medios, a las encuestas y a los marcianos. Pero esa preocupación no será suficiente. Los gruesos errores de instalación del Gobierno han afectado su popularidad y parecen haber fuertes vasos comunicantes entre la aprobación al Gobierno y la aprobación a la Convención.
Y, lo que es peor, si se llega a rechazar la Constitución será para el gobierno de Boric equivalente al 18-O de Piñera. En la práctica, se terminará su gobierno. De ahí su razonable preocupación.
Terminada la negación inicial de esta semana, la operación de los convencionales estará en intentar “maquillar al muerto”. Es decir, hacerlo parecer más presentable, engalanándolo además con enormes ramos de derechos sociales. Pero es posible que nada de eso seduzca a la población. Los ofertones cuando no son creíbles no logran votaciones altas (si no, Parisi sería presidente). Y si el 44% votó por un candidato de derecha ultraconservadora ante el “susto” de la izquierda de Boric, la nueva Constitución se parecerá más a Jadue que a Boric. A un camino sin retorno. Y el rechazo entonces va del 44% hacia arriba.
Mientras tanto, esta semana se aprobó el derecho a una vivienda digna y se rechazó el deber del Estado de desalojar a un usurpador.
Seguimos.