Señor Director: La carta publicada ayer con la firma del señor Íñigo de la Maza Gazmuri resulta inaceptable en un contexto democrático. Con notable mala fe, disfrazado como ciudadano imparcial, este abogado postula una teoría del caso que beneficia directamente a quienes han prestado su casa para ejecutar un acto de odio. En concreto, De la Maza fabula con un relato donde busca minimizar, ridiculizar e incluso culpabilizar a quien ha recibido el agravio. Es así como construye una versión alternativa del “caso piñata”. A fin de que el señor De la Maza y los atentos lectores puedan comprender el caso, es útil hacer algunas preguntas: ¿Puede una estudiante celebrar su cumpleaños con una piñata de un profesor? Sí, puede y no es una falta aquello. Ahora, en cambio: ¿Es razonable que el acto se celebre en casa de dos colegas de la misma facultad, grabado por su hija mientras profiere insultos, siendo además senadora universitaria? Y agregue a aquello que, durante los últimos meses, tanto la camarógrafa como su padre han sido objeto de polémicas públicas con la persona representada en la piñata. La estudiante cumpleañera, utilizada para romper el objeto, no es sino un medio para conseguir el objetivo. Como es evidente, la argumentación chapucera de Íñigo de la Maza busca librar de culpas a quienes han procedido de forma condenable. ¿Por qué lo hace? ¿Para aleccionarme públicamente? ¿Para hacer un guiño a sus ídolos de Pío Nono? ¿Todo ello a la vez? En su sollozo inicial, por si fuera poco, se queja de la mala calidad del debate público. ¿Qué calidad puede tener el debate público si tenemos académicos, por irrelevantes que sean, que se prestan para justificar la violencia? Académicos cuya práctica es amiguista, decadente y aspiracional. Una práctica académica que, en el fondo, nada tiene que ver con la República, salvo por el nombre del barrio. Renato Garín González
Profesor de Derecho Universidad de Chile