Los recientes acontecimientos en Europa dieron un tiro de gracia a una concepción del orden global que se dice liberal —y llamaría naïve. La ley de Moore no deja de operar: crece la capacidad de procesamiento y la información sobre todos nosotros que se acumula y privatiza en la nube. El mundo que viene es distinto a lo que hemos conocido.
Luego, si queremos tener alguna oportunidad de mantener nuestra autonomía política y crear bienestar para nuestros pueblos, deberemos dar un salto en la integración bilateral. Y la primera ruptura que debemos generar es respecto de la modalidad en que pensamos nuestra integración. No alcanzará, para conjurar los enormes peligros que el orden global nos propone, un abordaje burocrático de la agenda entre nuestros países.
El desafío es intelectual: empezar a pensar conjuntamente en términos estratégicos. Poder abordar nuestras fragilidades —las presentes y las que asoman— con solidaridad en el empleo de nuestras herramientas. Construir grandes acuerdos políticos en temas que resultan fundamentales para la autonomía, la seguridad, la estabilidad y el bienestar de nuestras naciones.
Si me piden contenidos, los daré. La frontera entre Argentina y Chile (la tercera más larga del mundo) no es un dato geográfico, es un dato geopolítico. Me lo dijo hace muchos años Ricardo Lagos y nunca lo olvidé: partamos por la geografía. La agenda bilateral de integración en infraestructura no ha reconocido grandes progresos en la última década. Debemos revitalizar la integración en infraestructura vial, volver a hablar de ferrocarriles y avanzar sin más demora en conexiones fronterizas de fibra óptica.
Si hablamos de infraestructura, debemos hablar de energía. Cinco gasoductos, un oleoducto y una línea de transporte eléctrico de alta tensión nos vinculan. Es un capital que no podemos descuidar. La Argentina ha vuelto a exportar cantidades apreciables de gas natural a Chile en condición de firme desde Vaca Muerta. Esto genera eficiencias muy importantes, pero los hechos recientes en Europa y el terremoto que han generado en los mercados energéticos globales han evidenciado que debemos acelerar el ritmo de la integración regional en materia energética. Hidrocarburos, electricidad, renovables, hidrógeno. Todo lo podemos y lo debemos hacer juntos si queremos garantizar nuestro abastecimiento y poder exportar a terceros mercados.
Los preciosos recursos naturales y humanos con los que contamos, que serán palanca de nuestro desarrollo en los próximos años, deben ser cuidados. Por eso resulta fundamental encarar un proceso de actualización doctrinaria en los diagnósticos que ambos países hacemos del escenario estratégico global actual. Si tenemos un pensamiento conjunto podremos tener políticas y desarrollar instrumentos que aborden esos desafíos, fortaleciéndonos recíprocamente. Las próximas reuniones de ministros de Relaciones Exteriores y Defensa (2+2) y del Comité Permanente de Seguridad (COMPERSEG) son buenos augurios. Hay una medida de elemental realismo: Chile y la Argentina ya han afirmado incontables veces —y lo tienen escrito en tratados bilaterales jurídicamente vinculantes— que solo emplearán los medios pacíficos para resolver cualquier discusión que puedan tener. Es hora de que empecemos a dirigir nuestra mirada conjunta a las amenazas que vienen desde fuera de la región.
Luego, porque es necesario avanzar, están los espacios donde el hombre siempre soñó proyectarse: los mares, la Antártida y el espacio ultraterrestre. En asuntos oceánicos está todo por hacerse: mi país desarrolla una iniciativa interministerial llamada “Pampa Azul”, que implica un trabajo decidido de avance en el conocimiento científico de nuestros mares. Chile tiene un trabajo de décadas en la materia y un liderazgo global.
En asuntos antárticos, resulta fundamental avanzar no solo en la coordinación política en foros multilaterales, sino en el fortalecimiento de las campañas y proyectos científicos conjuntos y en el trabajo para integrar más aún la logística antártica de ambos países. Hacemos cosas valiosas juntos allí hace muchos años, hagamos muchas más, y que el mundo lo sepa.
Finalmente, el espacio exterior: Chile ha decidido después de muchos años avanzar firmemente en una política de desarrollo espacial. Argentina es un líder regional en ese campo, pero necesita de alianzas para seguir creciendo en esta materia. Juntos podremos, con seguridad, llegar más allá de lo que nos permitimos soñar hoy.
Rafael Bielsa
Embajador de Argentina en Chile