Pablo Milad, recién elegido vicepresidente de la Conmebol, anuncia que tras las clasificatorias habrá una “reestructuración total e integral del fútbol chileno”. Un contrasentido, porque al mismo tiempo anuncia que no está convencido de seguir al frente de la ANFP porque antes de las elecciones del organismo “deberá conversarlo con su familia”.
No sabemos en qué terminará esa conversación, que condiciona, obviamente, el devenir de la actividad, pero es evidente que de no clasificar milagrosamente a la Copa del Mundo, habrá que reorganizar la estructura de las selecciones.
Como los candidatos al sillón de Quilín suelen no presentar programas ni líneas de acción y responden más bien a un mero conteo de votos, no será posible anticipar si, por ejemplo, la labor de Francis Cagigao se mantendrá tras la partida de Lasarte.
Pendientes del milagro, la hora del balance posterga los juicios lapidarios individuales, pero están claros los puntos que más duelen, que son atribuibles tanto a Reinaldo Rueda como a Martín Lasarte, en un tránsito que nos regaló múltiples oportunidades para abrochar los boletos a Qatar. Por eso mismo, por enredarnos en detalles en San Carlos de Apoquindo y el Monumental, la grandilocuencia de ponerle la lápida a la generación dorada parece descabellada.
Igual, la reestructuración total e integral que anuncia Milad debería partir por lo básico, ya que es increíble el desorden evidente en nuestros torneos y los procesos formativos, con una competencia de cadetes abandonada a su suerte. Esta generación se forjó en las selecciones menores, que están muy lejos de ser prioridad en estos momentos.
De no ocurrir el milagro, quedará otra vez la sensación de desperdicio. Este grupo de jugadores sigue siendo superior a Perú y a Ecuador, y anda muy parejo con Uruguay y Colombia, por lo que las decisiones tomadas desde las bancas volvieron a ser claves.
Si se abre el cielo y un rayo de luz nos ilumina, la embriaguez de la victoria postergará y suavizará el juicio. Si no, volveremos a vivir el doloroso proceso de recriminaciones donde la reestructuración total e integral será, se los apuesto, una pura y total mentira.