Boric optó por una cercana en el ministerio del Interior. Antes lo había hecho Piñera con Hinzpeter y Bachelet con Peñailillo. Ambos terminaron mal.
Pero Izkia Siches no fue cualquier cercana. Es imposible soslayar su actuación a cargo del Colegio Médico. En la peor crisis de salud que ha vivido el país, el gremio (junto a Espacio Público) intentó darle el golpe de gracia al gobierno. Criticó todo, trató de “infelices” a las autoridades, se equivocó en todos los pronósticos, fue contraria al pase de movilidad (que fue clave para que la gente se vacunara), quiso encerrar a la gente en un cortocircuito y un largo etcétera.
Y, las paradojas del destino, el Presidente Boric en su primer discurso, su única referencia positiva a Piñera fue “mantendremos el exitoso programa de vacunación”. No eran tan infelices, ni habían hecho todo mal.
Pero, más allá de la lamentable actuación a cargo del Colegio Médico, es indudable que Izkia Siches mostró un capital político y un carisma personal que conectó con una buena parte de la población, razón por la cual fue puntal en la campaña presidencial de Boric 2.
Y terminó como ministra del Interior... Un trompo para el que había pocas cuerdas: Casi nadie lo quería. Casi nadie se atrevía.
Pero el debut no pudo haber sido peor. Recibida a balazos en La Araucanía en una improvisada gira, le produjo el primer golpe de realidad al Gobierno. Como si eso no fuera poco, las declaraciones posteriores, hablando de los “presos políticos mapuches”, debieron ser corregidas por el subsecretario. Nunca, a solo 3 días de asumir, un subsecretario había corregido a un ministro. Ni a una ministra. Y como si fuera poco aquello, decidió no querellarse. Una ministra del Interior en medio de una balacera, y no, no se usaron todas las herramientas del Estado en su persecución.
Pocos días después vendría una nueva sorpresa.“Estamos viendo con la ministra Vallejo y la Secom cómo podemos hacer las comunicaciones con ustedes mismos en torno a comunicar mejor para no crear estigmas”. La existencia de un manual de una ONG con sugerencias no representa ningún peligro, pero el respaldo oficial de un gobierno a determinada forma de comunicar es una amenaza evidente a la libertad de expresión, que Latinoamérica bien conoce.
Esta vez no tuvo que salir el subsecretario. Salió ella misma a desmentirse. Explicó que solo era una guía interna, que “no tiene nada que ver con coartar la libertad de expresión”, y que donde decía “digo” ahora decía “diego”.
En el intertanto, se encuentra tomado el acceso de la central Pangue, lo que no solo es una violación del derecho de propiedad, sino que amenaza el suministro de electricidad. Pues bien, la delegada presidencial del Biobío, dependiente de la ministra Siches, ya le informó al país que no habrá desalojo, que “están trabajando como mediadores”. Podrá haber mediadores de la sociedad civil, de las iglesias, de las ONG o de quien sea, pero los gobiernos no median, cumplen la ley. La ministra, ante tal despropósito, ha guardado completo silencio.
Y esta semana tocó el turno, vía Zoom, en Icare.
Primero puso en duda la propiedad de los fondos (“Bajo la mirada de ‘es mi plata', ningún sistema previsional se puede implementar”).
Luego hizo una curioso llamado a los empresarios. “Hoy día tenemos la opción de que o nos empieza a ir bien, o cada uno empieza a cuidar su boliche y en eso nos va a ir muy mal”. Muy curioso, porque por definición un empresario está llamado a “cuidar su boliche” (lo que no le impide, tal como decía el propio Adam Smith, participar de la beneficencia pública o privada). Pues bien, la ministra llama a los empresarios a “dejar de cuidar su boliche”. Algo insólito.
Pero lo peor vendría después: “Si yo pillo a una persona al lado de un crimen y es en Las Condes, es rubio y tiene apellido, no pasa nada. Si yo pillo a esa persona en La Pintana y es pobre, me lo llevo detenido. Si lo pillo en La Araucanía, lo llevo detenido y allano su casa, agarro a los niños y violento a toda una comunidad. Ese es un sistema judicial que hay que ir a mirar”.
Primero, invocando una evidente lucha de clases. Opresores versus oprimidos. Propietarios versus proletarios. Ricos contra pobres. Segundo, deslegitimando la aplicación de la ley y el sistema de Justicia.
Pero, tal vez, lo más grave pasó inadvertido. Cuando la autoridad empieza hablar en primera persona singular (“yo pillo”) es cuando se pierde todo el sentido de Estado. Y ello va más allá de la semántica. La ministra no “pilla” delincuentes, son los organismos encargados. Si la ministra comenzará a hablar de los delincuentes que pilla, de los bonos “que ella da”, de las políticas que “ella impone”, entramos a un espiral complejo. Y con mal pronóstico.
Así las cosas, terminan los primeros 15 días. Y en dos semanas no se puede juzgar una gestión. Ello es evidente. Pero la primera performance de la ministra del Interior es mala. Muy mala.