Mantengamos el carácter y el biotipo, con o sin Mundial de Fútbol.
Conservemos el lenguaje y no perdamos la fe en la pelota y sus difíciles circunstancias: me desmarqué, desbordé y desdoblé, pero sigo siendo uno pese a la trinidad futbolística.
Sigamos compitiendo, por favor.
Sigamos transmitiendo de fútbol.
No hay calambre que dure cien años, siempre habrá un nuevo pique a tierra y perdón eterno al error no forzado. ¿Y al forzado? Perdónelo también.
Descanse la mirada en la visión periférica y en los interludios corresponde dormir el partido.
Repose la zona de contacto, tire las preocupaciones hacia el corner y enfríe el juego.
No se haga pressing, olvide el dribbling, mantenga el fair play y deje de pegarse en el parietal.
Entre a la cancha con hambre y sed de gol, como yo lo hice tantas veces.
Cuento mi experiencia en las canchas de fútbol no por útiles, sino por lo contrario, que entiendo es la base de las carreras y enseñanzas universitarias de cinco años: seis semestres de ramos útiles y cuatro semestres de inútiles.
Mi vida como futbolista es la de tantos compatriotas, con o sin Mundial.
Entré trotando al campo de juego, le respiré en la nuca a mi cancerbero y parece que ahí las maté, perdona le dije, porque lo vi molesto, pensó que era una rata almizclera, pero le solicité que mirara mejor, antes de sacarlo de su posición y del error manifiesto: no soy más que un lauchero.
Nunca descubrí las diferencias entre los pases quirúrgicos, en profundidad, al vacío y entre líneas. Sigamos jugando más mejor. ¿Quién parte?
Tampoco supe si participé de un equipo largo o corto.
Una vez un falso 9 me hizo leso, pero no le guardo rencor.
Otra vez un puntero mentiroso me dijo que él, en realidad, era el guardalíneas; me descuidé, bajé el ritmo y se me fue.
Un día me eché el equipo a la espalda y quedé con ciática.
Un entrenador me pidió que obstaculizara la Creación. No me siento capaz, le manifesté. Después me aclaró que se refería a la creación de juego del rival. Tampoco. Nunca más me puso.
No sé por qué, pero si pudiera elegir, prefería que me golpearan la tibia y no el peroné, y como ya estamos, déjenme el tirón y evítenme el desgarro.
No fui mejor persona que jugador y tampoco fui mejor jugador que persona, fui y soy malo en ambos frentes.
Antiguamente se me hacía fácil encontrar el hueco, ahora no.
Padezco problemas graves con la tenencia del balón, me encantaba marcar sin pelota y por el miedo escénico me embotellé durante un par de temporadas.
No logré jugar al primer toque, se me soltaban las pelotas sueltas y nunca logré crear espacios.
Recuerdo que la cita era en la sala de química, pero me informaron mal y partí a la de biología, y por esa razón nunca participé de las jugadas de laboratorio.
Se me confunden los conceptos y en la zona de definición me dediqué a gestar, y en la zona de gestación intenté una definición inútil, como es lógico.
Y después de tantos años transcurridos, aún no sé cuál es mi pierna menos hábil, si la izquierda o la derecha. Creo que las dos.