Hace unos días escuché una discusión en la que uno decía que la crisis de la Católica es tan grave como la de la U. Su contradictor alegaba que solo los azules viven una crisis y lo de los cruzados es… no lo dijo, pero insinuó que sería algo así como una “mala racha”.
Es más que eso, obviamente, mucho más que una racha. Es una crisis, es decir, un momento difícil, delicado, que podría ir a peor o del que se podría salir con buen pronóstico. Un enfermo, en un momento de crisis, puede iniciar una mejoría hacia la salud plena o un empeoramiento hasta la muerte.
La Universidad Católica, tetracampeón chileno, ya en los inicios de la remodelación de su estadio para ponerlo a nivel mundial y ya ubicado entre los grandes de la historia del fútbol chileno, ha perdido cuatro partidos seguidos. Y jugando mal (es difícil, en realidad, perder tanto jugando bien). Un partido puede ser, y dos, pero cuatro…
No es la suya la realidad de Universidad de Chile, que anda hace mucho tiempo a los tumbos, con dudas en todos los niveles, empezando por el directivo. La Católica ha sido, en cambio, excepcionalmente sólida en todos o casi todos los aspectos. Su continuidad y claridad directiva, la renovación de valores, el acierto en la formación y refuerzo de sus planteles han marcado un punto dentro del fútbol nuestro. En lo único que se mantiene dentro de los promedios nacionales es en su discreto desempeño internacional, lo que no debe sorprendernos, como que hace 30 años Colo Colo sigue celebrando su único triunfo en una Copa Libertadores, con lo que los únicos que ganan son los vendedores de banderines. ¿Qué podemos esperar entonces de nuestros equipos internacionales? Ya nos acostumbramos a la mediocridad.
Se podrá decir que este es un momento especial y transitorio para los cruzados. Pueden superarlo, por cierto, claro que pueden, pero cuesta aceptar que lo estén viviendo.
A través del tetra se advirtió la consagración de algunos, la aparición prometedora de muchachos del semillero de San Carlos, y se advirtió aquello que es notable: los cambios de entrenador de un año a otro no sacaron al club de su tranco y estilo.
Y la notable cadena de éxitos se ha roto de pronto, sin síntomas, sin crujidos. Simplemente, un eslabón cede. O dos, tal vez. Y ahí están sufriendo, quejándose.
Es cierto que algo ha pasado. Es cierto que no está Valber Huerta, señalado como la máxima ausencia en medio de un llanterío inundante, lo que explicaría el desastre defensivo, la lentitud en recobrar posiciones defensivas (¡!), los penales y la debacle general. Hay más ausencias, por cierto, pero hasta aquí el club había tenido celebrados ascensos al primer equipo para superarlas exitosamente. ¿Qué más pasó?
Claro que es más que una mala racha. A este ritmo de derrotas podría hasta descender. Tampoco en 1954, con el título bien ganado, nadie habría pensado que en 1955 iría al campeonato de ascenso.
PD: Mañana juega Chile. ¿Qué comentar? ¿Que traemos a un jugador herido desde Inglaterra para infligirle a Brasil su primera derrota clasificatoria en casa? Mmm.