Chile se apresta a intentar una casi milagrosa clasificación al Mundial de 2022. Se conoció la nómina del técnico Martín Lasarte y el clima de inmediato se altera. Estos partidos se disputan en un ambiente especial, en el que la esperanza y el optimismo son primos hermanos, aunque la realidad es imposible de gambetear.
Más aún cuando dos datos asoman arriba de la mesa. El jueves, la crónica de “El Mercurio”, que informó sobre la derrota de Everton ante Estudiantes de la Plata, recordó que en la Copa Libertadores, sobre 12 rondas para acceder a la fase de grupos del principal torneo de clubes del continente, en apenas una ocasión se accedió a ese lugar de privilegio. Lo hizo Palestino, con Ivo Basay en la banca.
El segundo registro ocurrió el sábado pasado. Durante la transmisión del partido entre Universidad Católica y Everton, mi compañero en radio ADN, Francisco Sougarret, me invitó a revisar la actualidad de los jugadores chilenos en Europa. El informe duró menos que un suspiro. Hoy casi no existen futbolistas locales en los torneos de la UEFA. Se mantienen los estertores de la denominada Generación Dorada, graficados en Alexis Sánchez y Arturo Vidal, ninguno titular en el Inter de Milán. Claudio Bravo alterna en el arco del Betis, Erick Pulgar es suplente en el Galatasaray, lejos del nivel que tuvo antes de sufrir covid-19. Por algo partió de Italia a Turquía. Charles Aránguiz resiste en el Bayer Leverkusen, al igual que Gary Medel en el Bologna. Los otros “europeos” (Enzo Roco, Guillermo Maripán, Tomás Alarcón, Pablo Galdames) pelean cada semana por tener un lugar.
Hace unos cinco años, ese informe duraba varios minutos. Los mejores futbolistas nacionales estaban en la primera línea, en cuadros de variado calado, pero competían en la élite. En este diario, el espacio para el fútbol internacional era amplio, porque los nuestros estaban cada semana codeándose con las estrellas. Luis Jiménez y Jaime Valdés, titulares en Italia, casi no figuraban en las citaciones de los seleccionadores.
Un panorama que acabó.
Dos pantallazos que explican las razones que llevan a Chile a mirar casi como una quimera acceder al repechaje mundialista. Si los clubes de casa no son capaces de empujar el carro, justo cuando el tiempo marca el epílogo de un grupo de jugadores brillantes, es casi un despropósito aspirar a ser protagonistas de las grandes ligas.
Si los puntos no dan, lo anecdótico será castigar al entrenador de turno, en este caso Martín Lasarte. Es el ejercicio más fácil. Es cierto que en este ciclo hubo errores y perjuicio arbitral en varios partidos, pero no observar la sequía de la pradera es hacerse trampas en el solitario.
Reorientar los torneos criollos y encontrar el conductor adecuado, tal como sucedió con Marcelo Bielsa, es el desafío.
El paladar de los hinchas, un sector importante de la prensa y de los jugadores, cree que el modelo del rosarino o el de Jorge Sampaoli es el camino, tal como lo plantearon varios exseleccionados, aunque ninguno con la claridad de Jean Beausejour para explicar la inclinación de la gente.
Ojalá Chile siga en carrera. Lo necesitamos, pero es el momento de recobrar la idea y el formato que convenció a casi todos.