No deja de ser una buena noticia que Ñublense, Cobresal y Curicó Unido estén hoy en los primeros lugares de la tabla de posiciones. Claro, el campeonato está recién en sus tramos iniciales y puede ser que más adelante todo lo que hoy se alaba de esos equipos se revierta y se transforme en factores de crítica ante malos resultados. No importa, vale la pena reflexionar sobre las causas del buen momento que viven tres equipos chicos, provincianos y, generalmente, poco tomados en cuenta por los “especialistas”.
Porque más allá de los triunfos y puntos obtenidos en el campeonato, lo que parece esencial recalcar es que estos equipos han logrado un sello, una forma de trabajar y estructurar sus fórmulas competitivas. Y en eso, claro, mucho tiene que ver la opción de liderazgo técnico que han elegido esos clubes. Y que, cosa curiosa, han sostenido en el tiempo pese a las irregularidades y carencias de padrinazgos.
Sí, los entrenadores que hoy lideran esas escuadras son piezas importantes en la consecución de los altos rendimientos de sus equipos. Jaime García (Ñublense), Gustavo Huerta (Cobresal) y Damián Muñoz (Curicó) no han logrado buenos resultados producto de la peor gestión de varios de sus colegas (y que sería bueno que miraran estos ejemplos), sino porque han sabido hacer dos cosas esenciales: conformar una propuesta y entregarla muy bien en forma de mensaje a sus jugadores.
No se trata, por cierto, de grandes revoluciones lo que estos equipos han mostrado en la cancha. Al contrario, y en eso está el mérito, estos tres entrenadores han logrado definir conceptos básicos (muchas veces olvidados entre tantas teorías extremas y fórmulas efectistas) que aplicados en cada momento de los partidos parecieran ser dignos de una alta escuela técnica.
Sí, eso hay que valorarlo porque la complejidad de lo simple se transa como oro en el fútbol. Porque nada hace más sublime el espectáculo en la cancha que aquello que no siendo fácil, pareciera serlo. Jugar de contraataque, dar dos y hasta tres pases correctos, atacar cuando se tiene la pelota, defender cuando no se tiene, hacer la jugada que durante la semana se entrenó, son cosas que parecen obvias pero que casi nunca se hacen. Y García, Huerta y Muñoz han obtenido de sus dirigidos la respuesta precisa para elevar al trono mayor la sencillez y honestidad propia del balompié de calle, de potrero, de cuneta, de patio y de cancha de tierra.
No, no se trata de valorarlos simplemente por su nacionalidad. No están los tiempos para el chauvinismo barato. Menos para ensalzar nacionalismos. Se trata, simplemente, de hablar de tres buenos entrenadores que entienden el juego y que han tenido el mérito grande de mostrarlo a través de sus jugadores, tal como podría hacerlo un DT argentino, boliviano, haitiano, peruano o de Guyana si pensara y actuara de la misma forma.
Seguramente en el camino saldrán voces disidentes que criticaron las formas, los estilos, las propuestas. Dirán que este trío de DT no tiene la capacidad para entrenar a los equipos top, porque otra cosa es con guitarra. Que su fútbol es antiguo, poco atractivo, indigno de ser mostrado afuera porque dista mucho de la velocidad con la que se juega hoy.
Es discutible, pero demos el beneficio de la duda. Puede que tengan razón en todo ello. Pero nadie puede decir que no son buenos entrenadores de fútbol. Lo son. Lo han mostrado en la cancha, que es donde vale