El cambio de mando ocurrió. Algo que en 2019 muchos intentaron evitar, buscando derrocar a un gobierno legítimo. Y las tradiciones republicanas se mantuvieron. Sonrisas más o sonrisas menos, el apretón de manos del Presidente entrante y el saliente sigue siendo digno de celebrar en una región que no acostumbra a ello.
Mención aparte es la ruindad del entorno del Congreso, que quita prestancia a cualquier ceremonia. Reparadoras de calzado, ventas de palanganas chinas, repuestos de autos y un terminal rodoviario son el marco al adefesio de edificio que legó Pinochet. A todo ello se suman los rayados y la devastación de la ciudad que, en el fondo, enorgullece a su alcalde como una muestra “del pueblo” o “de los pueblos” que habitan Valparaíso.
En el interior la cosa fue distinta. Himno, bandera y aplausos. Uno que otro grito o cartel que no opacó el rito. Y así, finalmente, Gabriel Boric se transformó en el nuevo Presidente de la República. El corolario de un trabajo político bien hecho, con mística y con un mensaje claro. Pocas veces, en tan poco tiempo, una generación logró tanto. Y hay mucho mérito del propio Boric.
En la tarde, el nuevo Presidente recibió un genuino afecto de las calles, tal vez solo comparable con Bachelet. Entrada la noche, un Boric algo más nervioso leyó un discurso en el que resaltó la palabra “unidad”, en el que “no partimos de cero” y en el que será “Presidente de todos los chilenos y chilenas”. Balmaceda, Aguirre Cerda, Frei Montalva, Allende, Aylwin y Bachelet. Ni Frei Ruiz-Tagle ni Lagos figuraban ni en una nota al pie. Piñera obviamente tampoco, aun cuando mencionó “la exitosa vacunación del gobierno anterior” (por cierto, a cargo de los “infelices”, en dichos de la actual ministra del Interior).
Desde que fue elegido, Boric se ha equivocado poco. Ha mostrado mística y templanza. Pero ahora viene lo difícil. Las lunas de miel son cortas, el poder es cada vez más difícil de ejercer en el mundo contemporáneo y el “amor del pueblo” (o de los pueblos) —bien nos recuerda Maquiavelo— es volátil por naturaleza.
Así, Boric enfrenta a lo menos cinco complejidades:
Las malditas expectativas. Un gobierno “ecologista”, “feminista” y “ciudadano” fue repetido hasta el cansancio ayer por todos los nuevos ministros, aunque no es evidente cómo ello se expresará en la práctica. Las expectativas cuando no se cumplen se transforman en la gran causa de desafección. El “24/7”, “el fin de la fiesta a los delincuentes” y otros tantos eslóganes no cumplidos son la muestra palpable de aquello. Para peor, el núcleo duro de apoyo en el Congreso es minoritario en el Parlamento, por lo que deberá negociar, pirquinear o emplazar, según corresponda, para lograr pasar leyes.
Los focos en la Convención. Los próximos meses son de la Convención. Todas las miradas estarán puestas ahí. Cualquier reforma que se quiera emprender desde el gobierno se topará con que ello se está definiendo, se va a definir o ya se definió en la Convención. Al mismo tiempo, el nuevo Presidente de alguna manera deberá pronunciarse frente a nuevas sorpresas que nos depare. La mera prescindencia no será posible. Y ayer lo dijo en el discurso “vamos a acompañar a la Convención”, aun cuando dejó clara la necesidad de un consenso mayoritario. Eso se ve cada vez más lejano, y las encuestas mantienen la tendencia al alza en el rechazo y a la baja en el apruebo. ¿Cómo se enfrenta aquello? ¿Cuánto traspaso de popularidad o de rechazo puede haber entre Gobierno y Convención?
Una y otra vez, “es la economía, estúpido”. La vieja frase de Bill Clinton puede ser muy relevante en un 2022 especialmente complejo. Al fin de la fiesta de lo que significó la borrachera de 2021, la baja sostenida en la inversión y una inflación preocupante, se agregan los efectos de la guerra de Rusia, que aún no los conocemos. Y los ofertones de campaña son múltiples: baja en las horas de trabajo, condonación del CAE, el pago de la deuda histórica, etcétera. Por ahora las cifras no cuadran, y en pocos meses más pueden cuadrar menos.
Las malas compañías. Si bien Boric ha dado claras muestras de credenciales democráticas, parte de su coalición no. El Partido Comunista y otros movimientos, tal como lo hemos visto en la Convención, han buscado reemplazar las “instituciones burguesas”. El enamoramiento suele nublar la razón, pero cuando pasa, aflora el conflicto. Y la pregunta es qué ocurrirá en ese momento. Hay un sector que hoy acompaña al Presidente que puede hacer suyo el conflicto al ver frustrados sus deseos más radicales. Y ello lo puede llevar al complejo interregno, que de cierta manera vivió Piñera, donde se produce rechazo por su derecha y por su izquierda.
La guitarra. A este gobierno se le acusó de violador de derechos humanos. “Lo vamos a perseguir. Ya está avisado”, le dijo Boric a Piñera en un debate presidencial. Pues bien. ¿Cómo enfrentará el orden público a partir de mañana? ¿Qué hará con el terrorismo de La Araucanía cuando fracase el diálogo? ¿Cómo controlará a los migrantes? ¿Cómo abordará la delincuencia? Como decía un viejo escritor inglés: “Solo hay una regla para todos los políticos del mundo: no digas en el poder lo que decías en la oposición”. Pues bien, la opinión pública deberá juzgar aquello. Y el golpe de realidad puede ser duro.
Ayer terminaron las ceremonias y discursos. Hoy comienza todo. Y aludiendo al símbolo de su campaña, tal vez hoy es bueno recordar un viejo refrán hindú: “No hay árbol que el viento no haya sacudido”…