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Editorial
Viernes 11 de marzo de 2022
Balance del Gobierno en salud
En los últimos meses se ha comenzado a reconocer el manejo que se ha hecho y cabe esperar que no vuelvan las ideas del cortocircuito ni nada que paralice al país.
Al término del período de gobierno, el ministro de Salud hace entrega de su cartera con justificado orgullo. Aunque el país ha sufrido la peor epidemia en más de un siglo, la respuesta que dieron las autoridades chilenas fue ampliamente satisfactoria, pese a las sostenidas críticas políticas que se les prodigaron con abismante ligereza. Dos ministros estuvieron a la cabeza del Ministerio a lo largo de estos años y a ambos les correspondió hacer frente a la brusca propagación del virus corona que causó una pandemia de proporciones gigantescas. A la fecha se registran en el mundo más de 450 millones de contagiados y la cifra de muertes sobrepasa los seis millones, aunque nadie piensa que tales cifras sean reales, sino subestimaciones, por cuanto en muchos países no se detectan todos los casos.
Chile enfrentó bien el problema ante las primeras señas de la enfermedad, anticipándose a las dificultades gracias a la oportuna gestión del ministro Jaime Mañalich. La integración público-privada logró un increíble aumento de la capacidad de hospitalización y tratamiento, la que llegó a contar con más de 4.500 camas de unidades de cuidados intensivos. Asimismo, se adelantó en las compras, y adquirió equipamiento, mascarillas y otros elementos que comenzaron a escasear rápidamente en todo el mundo. También se dio inicio a la búsqueda de eventuales proveedores de vacunas, aun antes de que estas existieran. Pero hubo también algunas dificultades, en especial con las cifras de contagios y muertos, que no se entregaban con la rapidez que comenzaba a exigir un público cada vez más nervioso por el avance en apariencia indetenible de la enfermedad.
Le correspondió al segundo ministro, Enrique Paris, ordenar también este aspecto, lo que ha llevado a nuestro país a destacar internacionalmente por la entrega completa y oportuna del número de contagios y de fallecidos por causa del virus SARS-CoV-2. Pocos países en el mundo, como Chile, han entregado datos que justifiquen la totalidad de las muertes en exceso, por sobre la de años normales. Pero quizá el mayor éxito chileno haya sido el programa de vacunación, que comenzó entre los primeros del mundo, puesto que las vacunas estaban reservadas con suficiente anticipación. La ejecución del programa ha sido ampliamente satisfactoria y se compara favorablemente con la de cualquier otro país, incluidos los más desarrollados. Adelantándose a las recomendaciones internacionales, se aplicó aquí una tercera dosis de vacuna, recién esta semana recomendada por la Organización Mundial de la Salud, y se encuentra avanzada la distribución de una cuarta dosis. Para conseguir tan auspiciosos resultados se aprovecharon muchos años de experiencia y de extensión de los servicios públicos de salud, que hoy llegan prácticamente a todos los rincones del país.
Con todo, no puede perderse de vista el grave daño que ha significado para el país la pandemia, con serias repercusiones para más de tres millones de enfermos y teniendo que lamentar la muerte de 43 mil personas. Además, con millones de empleos perdidos por las medidas para frenar los contagios, casi todas las familias de Chile se vieron directamente afectadas. Pero también debe anotarse el efecto que ha tenido la pandemia sobre el ánimo del país, que vio aumentar las tensiones políticas a niveles desconocidos. El ministro Mañalich debió enfrentar una acusación constitucional, aun después de dejar el cargo, en que la oposición mostró una conducta implacable. En esa oportunidad se escuchó a expertos cuyas recomendaciones, hoy se puede asegurar, habrían sido impracticables e inconvenientes. Más aún, resultó que los expertos tenían tanto interés político como los propios parlamentarios, como lo demuestra el hecho de que varios de ellos ejercerán cargos de alta responsabilidad en el nuevo gobierno. El ministro Paris tuvo que enfrentar una dura interpelación en que la oposición mantuvo su ferocidad.
Pero la pandemia no ha terminado y ahora será tarea de las nuevas autoridades mantener la vigilia y el control. En los últimos meses se ha comenzado a reconocer el manejo que se ha hecho y cabe esperar que no vuelvan las ideas del cortocircuito ni nada que paralice al país en un momento tan complicado.