Señor Director:

Cuando voy a restaurantes no siempre me piden el pase de movilidad o, si lo hacen, no verifican su vigencia. Sin embargo, cuando asisto a obras de teatro, no solo se me exige este pase, sino que, además, se constata que esté habilitado y se lo contrasta con el carné de identidad asociado.

En el teatro, las ubicaciones de las entradas son nominativas, cosa que facilita la trazabilidad. Sin embargo, el teatro, a diferencia de otras actividades como hacer compras en los centros comerciales, ha sido duramente castigado por los aforos. Ello, en la práctica, torna financieramente inviable la producción de obras.

El daño que se le ha hecho al teatro y al ecosistema de los espectáculos ha sido brutal. Pero a nadie parece importarle demasiado. Políticos progresistas, que suelen utilizar los rostros de actrices y actores para campañas electorales, guardan silencio y contemplan pasivamente el estrangulamiento económico de la fuente laboral de cientos de artistas que, aun en condiciones normales, hacen su arte con todo el viento en contra.

¿Hasta cuándo?

Pablo Halpern