No alcanzo a entender que a los tenistas rusos se les prohíba competir “bajo el nombre y la bandera de Rusia”. ¿Por qué, si esta no es una guerra de Rusia? Es la guerra de Vladimir Putin. Y ya verán los rusos qué hacen con el orate del Kremlin. Lo mismo vale para los ciclistas rusos en las competencias individuales.
Hay muchas cosas que a los ciudadanos nos cuesta entender en estos días y hay otras que entendemos. Todas las demás son inentendibles.
Cuesta entender que Pablo Milad esté para asumir como vicepresidente de la Conmebol en circunstancias de que tiene un ejercicio plagado de desaciertos en la conducción del fútbol chileno y no goza de ninguna simpatía popular. No teníamos a un chileno en la Confederación desde Sergio Jadue, que llegó, igual que Milad, dos años después de ser elegido presidente de la Federación chilena. No es frecuente la presencia chilena en esas alturas. Jadue llegó casi treinta años después de Miguel Nasur, que también fue vicepresidente en los años 80. Jadue-Nasur-Milad: un mediocampo como se escribían los equipos hasta los años 1950.
Algo que se entiende es que la FIFA haya dejado fuera de sus competencias a las selecciones y clubes de Rusia. Es lamentable por los futbolistas rusos. También es de lamentar la situación de los futbolistas ucranianos. Dos de ellos han muerto en combate y futbolistas extranjeros jugando en Ucrania claman por salir.
Lo que no se entiende en absoluto es que la familia de Leonel Sánchez no haya recibido ninguna comunicación de Azul Azul en momentos de salud muy complejos para el gran zurdo histórico. Nadie pretende que esta sociedad anónima sea heredera de los legados sentimentales de la U (aparentemente no son herederos de nada), pero al menos por buenos modales o por elegancia deberían acercarse. Leonel es el gran símbolo histórico de los azules y uno de los grandes de la Roja y ahora está en una UCI recibiendo el aliento de todos los aficionados chilenos (¡Fuerza, Leonel!) y la sangre que se acercan a dar los donantes.
Cuesta entender que Colo Colo y Universidad de Chile lleguen tan mal a una nueva versión de su Superclásico. Lo de la U podría explicarse por que Santiago Escobar no termina de familiarizarse con su desafío y con el medio. Ni con la situación del club, que no tiene relación con los seguidores de la institución. Podría explicarse, podría. Pero lo de Colo Colo es más difícil. Tiene plantel reforzado y entrenador consolidado en Gustavo Quinteros. La baja de figuras consagradas (Gabriel Costa, Leonardo Gil, Pablo Solari) nubla a todo el equipo. Pero, como se dice, “los clásicos son un partido aparte”, y tal vez los dos jueguen bien…
Lo que nunca se podrá entender es que un solo insano logre embarcar en una guerra a millones de seres humanos. Ya hubo uno el siglo pasado. Ahora asoma otro. ¿Es una maldición de la especie? ¿Un error de la naturaleza? Vaya uno a saber.