Hasta ahora, claro que es apenas el comienzo, los equipos chilenos que participan de copas internacionales no han hablado de suspender, retrasar o dosificar, porque se arreglarán con lo que tienen.
Habrá que ver hasta dónde se extiende el discurso y la disposición, que por lo demás es la única razonable.
Lo que pretenden los equipos es llegar de los primeros y poner un pie, aunque después metan la pata, en el escenario internacional, y eso implica jugar más partidos y más seguido.
Querer hacerlo, lograrlo y después lloriquear por la sobrecarga y exceso de encuentros, no es más que una estupidez, por utilizar un término de moda.
El fútbol actual y su intensidad se conecta con los canales de televisión que piden contenido, al igual que una plataforma de streaming: provisión de alimento permanente, cuantioso e interminable, donde lo de la calidad es un dato secundario, lo esencial es la cantidad, para satisfacer el apetito pantagruélico.
Y por eso más cupos, partidos, cruces y transferencias en la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana ahora con 56 equipos y una paradoja: en la primera fase de 32 participantes se eliminan parejas de un mismo país, en el caso chileno, Unión Española frente a Antofagasta y Ñublense con Unión La Calera, para que avancen los ganadores de las llaves. Es una copa internacional, es la Sudamericana, que parte con rivales nacionales que no se mueven del país, y que logran dinero extra y son material para los canales del fútbol que tragan y tragan partidos.
En más de una ocasión, para explicar la queja y evitar la comparación con los torneos europeos donde se juega sin cesar ni chistar, una de las razones fue que por allá está todo más cerca -capitales y países- no como en Sudamérica, tan vasta y lejana.
El vuelo de Audax Italiano rumbo a Buenos Aires, para enfrentar a Estudiantes de la Plata, anda por las dos horas. Desde Milán a Liverpool, donde el Inter deberá enfrentar al local, es parecido.
El Zenit, desde San Petersburgo, estuvo volando unas ocho horas, para llegar a Sevilla y jugar con el Betis. Everton deberá volar el doble o más para medirse con el Monagas en el Estadio Monumental de Maturín que es para 51.796 espectadores, así que nunca tan monumental, según la espontánea comparación chilena con los países del continente, que advierte, siempre tarde, que el estadio de Colo Colo es para 47.347, así que lo monumental también es relativo.
¿Podrán dolerse los de Everton, cuando hace trece años que no iban a la Libertadores? Por supuesto que no. Miran por la ventanita, escuchan música, conversan, ven películas, leen, caminan por el pasillo y se aburren, que es lo normal en los vuelos largos.
Si pasan de ronda, en Viña del Mar los espera la generosidad del Grupo Pachuca: un lápiz Bic de punta fina a cada uno.
¿Y si pierden y no clasifican? Punta gruesa.
Esto es sin quejarse