Esta semana pasaron cosas muy graves en nuestro país (diré “nuestro país” todo lo que pueda, antes de que me obliguen a hablar de “nuestros territorios”).
Pasó, por ejemplo, lo de la Convención Constitucional: la aprobación de la plurinacionalidad, el pluralismo jurídico y otras pluralidades varias que avanzan hacia una metamorfosis total de Chile.
Pasó también lo del norte, donde hubo que decretar estado de excepción constitucional para intentar poner un poco de orden en la frontera con Perú y Bolivia. Se está produciendo una avalancha desesperada de migrantes que huyen de los gobiernos de Maduro y Castillo en Venezuela y Perú… confían en que Chile seguirá siendo la mejor alternativa para vivir en Sudamérica. La situación es dramática, y se transforma en una crisis humanitaria de repercusión mundial.
Pese a esas dos noticias que angustiaron mi semana, me sorprendió que en las redes sociales los acontecimientos más angustiantes para los usuarios eran otros: la enorme casa con nueve baños donde vivirá Gabriel Boric cuando se convierta en Presidente; y el día de shopping de Izkia Siches en uno de los malls más caros y exclusivos de Chile.
Cuando vi el revuelo en Twitter me dieron ganas de meterme en la pelea. Algunos criticaban a Izkia y a Boric por dejarse seducir por el lujo ahora que conquistaron el poder; otros los defendían reivindicando la legalidad y legitimidad de sus actos. Si yo hubiese intervenido en el pleito —mi timidez me lo impide— hubiese dicho que “la libertad es libre”, que es mi principio rector. Me hubiesen tirado tomates.
Me llamó la atención, en todo caso, que Boric e Izkia no se intimidaran frente a las actitudes violentas y odiosas que recibieron frente a estas circunstancias tan, literalmente, domésticas que vivieron en la semana. Todo lo contrario: Boric se dejó fotografiar por los transeúntes cuando visitó a pie junto a Irina el que será su nuevo barrio. Izkia fue mucho más allá: una vez desatada la polémica en redes, publicó imágenes probándose las onerosas prendas que adquirió en el Casa Costanera de Vitacura. Y luego posteó un largo “manifiesto” en su cuenta de Instagram para no dejar pasar el asunto. Les copio aquí solamente un párrafo para no latear: “Próximamente seré ministra del Interior, pero sigo siendo mujer, madre y esposa y no renunciaré a nada de ello, así que es muy probable que me vean en el mall, en el súper o en la calle, para que se vayan acostumbrando”.
Me tranquilizó leer el post de Izkia. Sentí que se había tomado con naturalidad la polémica y que no solo estaba “entera”, sino que casi entusiasmada, como si lo estuviese pasando bien con los dimes y diretes.
Esperen un poco. ¿Y no será que todas estas peleas domésticas les hacen bien a las nuevas autoridades? ¿No será que estar polemizando por el perro de Boric, la vivienda de Boric, la polola de Boric, los chacareros de Boric; así como de los vestidos de Izkia, de los calzones de Izkia, del ticket de estacionamiento en el mall de Izkia les resulta a ellos más cómodo y favorable que pelear por la nueva Constitución, los migrantes y el Covid-19? ¿De qué debatiremos a partir de marzo, de lo doméstico o de lo nacional?