Chelsea venció 2-1 a Palmeiras y se alzó por primera vez como campeón mundial de clubes, un título un tanto ostentoso para el esmirriado tonelaje del torneo que lo consagró. Pero es una medalla justa. El equipo inglés en el último año está, sin duda, en el podio más alto en cuanto a logros y demostración futbolística (cómo olvidar la final de la Champions ante Manchester City).
Claro, gran parte del mérito es del entrenador Thomas Tuchel, quien fue desechado en forma increíble por los ambiciosos e intolerantes propietarios del PSG y que llegó a los “Blues” en medio de una crisis que no solo supo enfrentar, sino que terminó por enterrar.
El adiestrador germano, hay que decirlo con todas sus palabras, es una especie de mezcla de todas las vertientes técnicas actuales. En sus entrevistas ha señalado constantemente dos conceptos: intensidad y organización. No uno sobre el otro. Ambos igualmente importantes y constantes en la acción de sus equipos.
También debe haber un par de palabras para el gran N'Golo Kanté, quien, desde el Mundial de Rusia hasta ahora, se ha convertido no solo en un coleccionista de trofeos increíble, sino que en el mejor volante del mundo. Inteligente, rápido, recuperador y asistente, parece tener límites pequeños. Es mejor que muchos que cargan con un márketing escandaloso y que, en verdad, no le llegan ni a los talones al gran Kanté.
Pero tras el triunfo de Chelsea también hay espacio para proponer otro tema que puede ser considerado preocupante para nosotros: la gran y aplastante ventaja que Europa le ha sacado a Sudamérica en cuanto a la obtención de títulos mundiales.
En el Mundial de Clubes hay una preeminencia europea inquietante. Fue en 2012 la última vez que un equipo sudamericano —Corinthians— ganó este minitorneo e incluso ha habido un par de ocasiones en que ni siquiera jugó la final.
No es el único dato a considerar. Desde 2002 Sudamérica no gana un título mundial adulto y en los últimos cuatro Sub 20 los europeos se han alzado con la victoria.
¿Cuáles son las razones de esta tendencia?
Hay varias. En los torneos de clubes, el punto de quiebre parece ser la puesta en escena de la Ley Bosman, que abrió los mercados europeos no solo a los futbolistas de ese continente, sino que a los de todo el mundo, potenciando las ligas en la misma proporción que se fueron desdibujando las de las otras confederaciones.
Pero también hay un par de explicaciones mucho más ligadas a los conceptos economicistas de uno y otro lado.
Mientras en Sudamérica solo hay preocupación por vender rápido (ojalá en verde) y no potenciar sus equipos, se ha minimizado la inversión en el trabajo de las divisiones menores. En Europa, por el contrario, han entendido que es más rentable empezar a producir sus propios valores —sin dejar por ahora la compra de la materia prima venida de otras tierras— que seguir llenando de euros a Sudamérica, Asia y África.
Lamentable realidad. Pero hay que asumirla.
Salud por Chelsea.