La droga entró con fuerza a Maipú en los 80. Los chiquillos partían en bicicleta a comprar detrás del Templo, cerca de donde hoy está el Hospital El Carmen. El consumo era sinónimo de choreza, pero sin plata la demanda era baja. Con el tiempo, el mayor poder adquisitivo la aumentó. En los 90 se decía que la mitad del equipo del barrio jugaba “arriba de la pelota”. ¿Había narcos? Sí, pero eran también amateur. La cosa, sabemos, evolucionó.
Como peste, el narcotráfico pasa desapercibido durante la inoculación. Pero cuando parte la picazón y reconocemos la expansión, sus ronchas son imborrables.
Precisamente, tal dinámica explica parte de los mediocres resultados asociados a la guerra contra la droga en el mundo (Keefer y Loayza, 2010). Mientras el consumo puede reducirse transitoriamente por acciones de política, descarrilar su persistencia es otra historia. Y las iniciativas para terminar con el flagelo rara vez dan cuenta de los efectos que estas mismas generan. Por ejemplo, cuando la red de narcotráfico ya se ha establecido, la intervención policial en un determinado barrio tiene repercusiones inesperadas.
Es lo que ocurrió en México. Melissa Dell (Harvard) lo documentó en su estudio del 2015. La historia es así: entre 2007 y 2010, las elecciones municipales en el país del Norte tuvieron al Partido Acción Nacional (PAN) como actor. En línea con el enfoque del Presidente Calderón (2006-12, PAN), sus candidatos apostaron por imponer mano dura en contra de la droga. Aquí entonces la pregunta: elegido un alcalde PAN, ¿qué ocurrió con la violencia en la municipalidad? Aumentó: hasta 33 más homicidios relacionados con el narcotráfico (x 100,000 habitantes) respecto de lugares en los que ganó un candidato de otro partido.
El impacto, quizás piense usted, puede estar asociado a medidas policiales para combatir a los narcos. Fíjese que no es así. Sorprendentemente, la competencia entre bandas fue la responsable. Dell lo explica: la acción policial impulsada por un edil del PAN debilitó, en efecto, al narco que dominaba la zona. Sin embargo, la “industria” era tan amplia y competitiva que la situación representó una oportunidad para rivales que querían ocupar el territorio. Entonces, se produce el aumento en homicidios (85% del total se explicó por enfrentamientos entre bandas). Además, los shocks en las redes criminales expandieron la violencia a otros municipios. ¿Y la justicia no persiguió a los responsables? En las localidades más violentas, solo 7% de estos crímenes se aclara. Por eso la importancia de contar con una justicia a la altura de las circunstancias.
El día de la elección presidencial, una larga cola de autos trataba de entrar al servicentro de Av. Olimpo con Rinconada, a pasos del Hospital El Carmen. Eran las 3 p.m. Desde un vehículo baja un joven con una escopeta y dispara a un transeúnte que arranca. Con calma retoma el volante. La gente casi no se inmuta. Consultado el bombero por el evento, indica: “Caballero, esto pasa todos los días. Son bandas rivales”. Las ronchas abundan, ojalá no sea tan tarde.