La futura ministra de Deportes, Alexandra Benado, planteó en el diario “La Tercera” la necesidad de separar la ANFP de la Federación de Fútbol de Chile. Una idea que encuentra la reticencia de los clubes. Es cierto que ambas son personas jurídicas distintas, pero en los hechos son una sola, aunque el inefable presidente de Huachipato, Victoriano Cerda, entregara una explicación del silabario “Lea” para decir que todos estamos equivocados y que operan de manera independiente.
Las ligas (Primera División y Ascenso) son subvencionadas por los ingresos de la federación, que en rigor surgen de los contratos que genera la selección. Mantener la estructura de la ANFP sería imposible sin los dineros que recauda el organismo afiliado a la FIFA.
La respuesta de los dirigentes a los dichos de la nueva secretaria de Estado apuntó a la lógica del derecho de propiedad (los clubes son nuestros, no se meta) y que, por ser una actividad de privados, no corresponde que las autoridades gubernamentales se pronuncien. En esa costumbre de creer que el fútbol vive en un mundo paralelo, los dirigentes obviaron varios temas. Por ejemplo, que la Corte Suprema, después de la reclamación de Deportes Valdivia, echó por tierra la antigua amenaza de la desafiliación a quienes concurrían a la justicia ordinaria.
La creciente democratización de las decisiones, el escrutinio de los medios de comunicación, de entidades públicas y el efecto de las redes sociales determina un escenario impensado hace dos décadas. Pasó inadvertido, pero el Consejo para la Transparencia ordenó a la Tesorería General de la República a entregar información sobre deudas y condonaciones a los clubes de fútbol profesional. Varios se negaron, con argumentos extravagantes, como los proporcionados por Ñublense. Los propietarios de los chillanejos afirmaron que su divulgación “atentaría claramente contra nuestro prestigio comercial y la honra de nuestras Instituciones ya que los terceros interesados en invertir, al enterarse de nuestro comportamiento comercial se desmotivarían a invertir en las Sociedades Anónimas, produciendo graves pérdidas de índole económicas y de prestigio, lo que atenta contra el Derecho a la privacidad, la honra y Derechos Comerciales”.
Chile cambió. Si hace cuatro años nos decían que hoy estaríamos en un proceso constituyente, que una alianza formada por el Frente Amplio y el partido Comunista llegaba a La Moneda, con un Presidente de 36 años, al menos habríamos dudado de su equilibrio emocional. El presente dice lo contrario y el grueso de los directivos no entiende de que los puentes que alguna vez tejieron con la Concertación y los gobiernos de Sebastián Piñera hoy no existen.
Los hinchas sienten, aunque estén equivocados, que les robaron el fútbol. Con la imagen que tiene esta industria, una fiscalización a la médula (contratos, impuestos, cumplimiento de estatutos), dispondría de una enorme aprobación. Todos sabemos que cuando el Estado se pone pesado, se pone pesado. La nueva coalición gobernante siempre miró con desconfianza a la dirigencia.
Por eso, en vez de salir con la plancha a cruzar a la nueva ministra, es mejor comprender que en el país, uste o no, ya nada es igual desde el 18 de octubre de 2019.