La expectativa siempre es alta, aunque la mayoría de las veces todo termina en una gran frustración. Pero hay que atreverse y formular la pregunta: ¿Veremos un fútbol de mejor calidad en el torneo local este año? Dicho en términos más simples: ¿Se jugará, al menos, un poco mejor?
Difícil. Y la razón es simple: nadie de los que toman las decisiones que podrían llevar a elevar los niveles técnicos y del espectáculo en la cancha parece estar muy interesado en eso.
Lo dijo el nuevo DT de Palestino, Gustavo Costas (quien es una de las contrataciones más resonantes de la presente temporada): “Hoy por hoy, todos los entrenadores decimos que somos ofensivos, pero cada vez se llega menos al arco contrario (…) Restamos sacando al jugador del protagonismo”.
Es cierto. No hay incentivo a la inventiva, a la inspiración del futbolista. Todo está en la tablet, en el computador que solo registra datos para tabularlos. No hay fórmulas personales, ideas, teorías. Ni siquiera principios. Los propios directores técnicos que se autoproclaman adalides del ataque, de la ofensiva constante y riesgosa, de la intensidad plena, son los que, ya en pleno escenario de combate, demuestran ser más aliados del recato y del miedo, aunque ello los desprestigie. “Los resultados son los que mandan”, suelen decir, y eso queda como escudo permanente a la hora de justificar la opacidad de las propuestas.
Pocos son, además, los que realmente observan y estudian las tendencias. La mayoría de los DT que comandan equipos nacionales (chilenos y extranjeros, jóvenes o mayores) no salen de dos conceptos que parecen ser los únicos que alguna vez aprendieron: posesión y ataque directo.
Los que se sienten cercanos a lo primero tienen a “Pep” Guardiola como referente, mientras que el resto (que es una cínica mayoría que cree que la gente compra todo) alza en los altares a Marcelo Bielsa porque así siente que puede obtener un pasaje seguro a la pleitesía.
Pero vayan a hablarles a unos y otros de las “Cuatro P” de Rinus Michels (posesión, posición, presión y precisión), o de las diferencias manifiestas entre las escuelas técnicas francesa (cuyo centro de pensamiento y ejecución es la sede de Clairefontaine) y alemana (que ha construido un concepto desde la Federación —compuesta por 5-7 principios— conocido como DFB-Leitlinien).
No, mejor no hablar de ciertas cosas. Más fácil para los entrenadores —y a la larga, más seguro y rentable— es conformar oncenas-base, dar un par de indicaciones de movimientos con y sin balón, y gritar cada vez más fuerte para dar la impresión de que se está trabajando en serio.
Claro, la culpa no es solo de los DT.
También los que se supone son los que entregan los elementos para que haya progreso competitivo son harto responsables de la limitada capacidad para elevar los niveles técnicos. Porque para ellos, mejor hablar de “producto” y no de “espectáculo”. Renta mejor, es más barato, provoca menos trabajo e inversión. Ni entienden que nunca es negocio matar la gallina de los huevos de oro.
Fútbol pobre es el que se termina teniendo.
Pobre fútbol, la verdad.