El desafío ambiental es de tal magnitud que debe ser enfrentado con amplitud, buscando ángulos que hagan sentido y que permitan cuadrar el círculo. Después de todo, es uno de los temas más atingentes en la discusión constitucional. En virtud de este desafío es que recogí unos viejos apuntes sobre el capítulo cuarto de la encíclica del Papa Francisco Laudato si', publicada en 2015, titulado “Ecología integral”.
No es sorpresivo que el llamado de Francisco a cuidar la naturaleza tenga como fundamento la creación. El hombre es bueno por haber sido creado por Dios. A su vez, la naturaleza también es obra de Dios, por lo que su cuidado no está solo en el interés de las personas, sino que se justifica por su valor intrínseco. Pero Francisco va un paso más allá al enfatizar que el medio ambiente es, como dice el término, el ambiente que nos rodea y, como tal, incluye también a las personas que nos rodean. Son ellas las que representan nuestro sistema de relaciones más cercano, por lo que el respeto entre las personas constituye la primera condición para el cuidado de la casa común. El cuidado de la naturaleza sin el cuidado del hombre se hace vacío.
Planteado así, el reto es muy difícil. Paradójicamente, convivir con la naturaleza es más fácil que con las personas. La primera responde de manera lenta y silenciosa a la acción humana, mientras las personas respondemos rápido y con fricciones en nuestras interacciones. Un rato en redes sociales es suficiente para notar el profundo deterioro de nuestro medio ambiente.
Una ecología integral exige —antes que nada— cuidar nuestro marco de convivencia, lo que pasa por definir el conjunto de instituciones que regulan nuestras interacciones y determinan el hábitat de nuestras relaciones. Por ello, la llamada ecología social es fundamentalmente institucional, ya que solo al alero de instituciones sólidas es posible construir buenas relaciones humanas y convivir en la diversidad.
¿Cuáles son las instituciones necesarias para un medio ambiente sano? Laudato si' nos entrega varias pistas. Destaco dos. Es muy difícil preocuparse de la naturaleza del resto sin tener conciencia de la propia. Por ello, la primera institución a cuidar es la persona misma, respetando su dignidad y promoviendo la justicia. A su vez, el engranaje social requiere instituciones validadas socialmente. La politización e instrumentalización ideológica del Estado, la preponderancia del interés personal sobre el bien común por parte de autoridades públicas, y el mal uso de los recursos públicos terminan deslegitimando —y finalmente destruyendo— el tejido social y la convivencia en los países. ¿Estaremos bien encaminados?