Las nuevas generaciones son eficientes para usar el lenguaje, ejercen la economía lingüística. En mi época, una persona generosa y afable se definía como “buena tela”. Hoy la definición es ser, simplemente, “tela”. Si a uno se le estropeaba un artefacto, por ejemplo, comentaba que “se echó a perder”. En la actualidad solo basta decir “se echó”.
Bueno, ocurre que pasé el susto más grande esta semana: pensé que se había echado Google.
Sería trágico, porque soy adicto a ese buscador; un usuario compulsivo: ¿Qué edad tiene Jennifer Aniston? ¿Cuántos huevos se usan para hacer leche asada? ¿Cuándo metió Marcelo Salas su primer gol? ¿Quién es Daniel Stingo? Todo lo busco, porque detesto quedarme con una duda en la mitad de una conversación o cometer errores tontos que se resuelven fácilmente con Google.
Pues bien, el martes pasado se anunció el elenco de 39 subsecretarios que asumirán el 11 de marzo como autoridades del gobierno de Gabriel Boric. La información llegó una semana más tarde de lo previsto, porque según explicaron los ministros electos, había que hacer una revisión exhaustiva de los candidatos a estos altos cargos para no instalar en el poder a personas que tuviesen un pasado reprochable o provocasen rechazo en la opinión pública. Para realizar ese escrutinio entiendo que se contrató a una empresa especializada en buscar información de todo tipo en internet.
Por lo tanto, hubo tiempo y recursos para hacer un buen chequeo de datos.
¿Pero qué ocurrió? Minutos después de que se conoció la lista de subsecretarios empezaron a aparecer voces en las redes sociales que denunciaban hechos reprochables de los tiempos pasados de algunos de los favorecidos. Un futuro subsecretario había tenido líos financieros en su paso por una universidad quebrada, a otro lo atormentaba una indagación de la Contraloría, otro estaba querellado, otro par tenía actuaciones muy indecorosas o francamente lesas en redes sociales. Si a eso se sumaba la situación parecida de otros tres o cuatro ministros (uno lleno de empresas en el rubro que le tocó, que lo condenan a conflictos de interés; una con denuncias de maltrato, y así), uno se asustaba. No necesariamente por cómo uno imagine que estos tocados-por-la-varita-mágica-del-poder ejercerán sus cargos, sino por Google.
“¿Se echó Google?”, pensé aterrado la misma noche de la designación de subsecretarios. “¿Si se tomaron una semana completa más para revisar e indagar a los personajes, cómo se equivocaron tanto?”. No había otra posibilidad. Google estaba echado.
Como soy obseso —cero novedad para ustedes— no me aguanté las ganas y me senté en el computador a comprobar si mi buscador favorito ya no servía. Tomé el PDF que mandó “La Moneda chica” con los nombres de los subsecretarios y los fui googleando uno por uno.
“¡Gracias, Dios mío!”, grité de pronto, sorprendiéndome yo mismo de la pasión con que salió esa frase de mi boca. Es que Google estaba intacto: cada una de las “yayitas” de las futuras autoridades aparecía rápidamente cuando uno hacía la búsqueda.
Me pregunté, entonces, ¿por qué el Presidente electo Boric se arriesgó a nombrar a personas que obviamente le iban a generar dolores de cabeza?
Aquí hay dos posibilidades: o alguien hizo mal la pega y no googleó bien, o a los nombrados se les puso en el cargo sabiéndolo todo. Pronto sabremos cuál de las dos cosas pasó.