Donald Trump volvió a la escena pública en un acto con sus seguidores en Arizona, orientado a las elecciones de mitad de mandato, en noviembre, que renovarán la totalidad de los escaños de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
“EE.UU. se está yendo al infierno. Las calles de las ciudades demócratas están llenas de sangre y homicidios”, afirmó en su discurso el expresidente, agregando que “los demócratas radicales quieren convertir a EE.UU. en un país comunista”. El guion de Trump sigue siendo que él ganó las elecciones de 2020, y no el Presidente Joe Biden. “Si tuviéramos una prensa libre —sostuvo—, las elecciones habrían sido muy diferentes”. Líder republicano que osa apartarse del libreto del fraude es atacado por Trump.
Pese a que varios tribunales y agencias de seguridad certificaron que no hubo irregularidades en la votación, una encuesta ABC/Ipsos indica que un 71% de los republicanos cree que Trump ganó la presidencial de 2020. Aunque derrotado en las urnas, Trump impuso su narrativa en el ecosistema que le interesa.
Una carta de 124 generales y almirantes en retiro repite la narrativa trumpiana del fraude en la elección de 2020, lo cual provocó airadas reacciones adversas de otros altos oficiales en retiro, generando inquietud en el Pentágono y expertos sobre el efecto de la polarización política en las relaciones cívico-militares.
Más preocupante aún para la democracia estadounidense es que los seguidores de Trump, incluyendo el Partido Republicano, han tendido a minimizar el asalto al Capitolio de enero del 2021, donde murieron siete personas. Las redes sociales trumpianas difunden la desinformación de que ese ataque fue provocado por el FBI y perpetrado por infiltrados de izquierda. Para Trump, los enjuiciados por la violenta ocupación del Congreso son “presos políticos” del gobierno.
La estrategia del expresidente es minar la confianza en el sistema electoral. Así, sostiene que hay que terminar con el voto por correo, tradicional en muchos estados, y eliminar el voto electrónico en favor del voto en papel.
Quienes administran los procesos electorales en los estados están enfrentando amenazas de violencia y acoso con miras a las presidenciales de 2024. Funcionarios republicanos elegidos en las instituciones electorales que resistieron la presión de Trump para dar vuelta la elección están siendo conminados a renunciar, o bien enfrentarán competencia en primarias de parte de incondicionales de Trump. Varios de los asaltantes del Capitolio buscan acceder a cargos de administración electoral en estados críticos para la presidencial de 2024.
Paralelamente, en las legislaturas estaduales dominadas por republicanos, el trumpismo busca alterar los distritos electorales para favorecer el voto conservador, depurar los registros electorales, cambiar el número y ubicación de los locales electorales para perjudicar a las minorías, e incluso elegir listas alternativas a los colegios electorales estaduales para que, hipotéticamente, se cuenten esos votos electorales en vez de los que reflejen el voto popular del estado en cuestión.
Si lo anterior ocurre, y los incondicionales de Trump acceden a los cargos de administración electoral y muestran más lealtad al expresidente, o a su sucesor, que al conteo legítimo de los votos, podrían generarse las condiciones para que los demócratas se unan a los republicanos en creer que el sistema electoral está amañado.
Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, autores de “Cómo mueren las democracias”, argumentan que la mayor amenaza a la democracia de EE.UU. no es la repetición del asalto al Capitolio, sino el posible robo de la próxima elección presidencial. En el liderazgo republicano —sostienen— se ha instalado la idea de que robarse legalmente una elección no solo no será objetado por la base republicana, sino apoyado. En esta misma línea, Barton Gellman, columnista de The Atlantic, afirma que “el próximo golpe de Estado de Trump ya comenzó” y que si el plan que trabajan sus operadores en legislaturas estaduales resulta, los votos no decidirán la Presidencia en 2024, porque millones serán anulados y el perdedor será declarado ganador.
El espectro de la violencia política se percibe en aumento. Una encuesta Zogby revela —aunque parezca exagerado— que un 46% cree que EE.UU. va en la dirección de una nueva guerra civil. Y solo un tercio de los republicanos confiaría en los resultados de la elección presidencial de 2024 si su candidato es derrotado.
El pesimismo sobre el futuro de la democracia en EE.UU. se ha extendido debido a la debilidad y baja aprobación de la administración Biden. Para Chile y otros países un colapso de la democracia estadounidense tendría, evidentemente, efectos muy negativos en medio de un proceso inédito de cambios. El pueblo norteamericano, su sociedad civil, tiene un gran desafío por delante. Debemos estar atentos a lo que suceda en los próximos tiempos en ese país.
Heraldo Muñoz fue canciller de Chile entre 2014 y 2018