Corresponde que en 2022 se realicen elecciones para dirigir la ANFP, cumpliendo el período que le correspondía a Sebastián Moreno, renunciado a la presidencia a mediados de 2020.
Los últimos han sido períodos turbulentos para la organización. Nunca fueron del todo calmos, pero desde que Arturo Salah decidió no presentarse a la reelección en 2019, las cosas han ido a peor.
¿Hubo tiempos mejores para la continuidad?
No. La ANFP nació en 1986 con Miguel Nasur a la cabeza y en estos 36 años ha tenido 16 presidentes y sólo seis de ellos completaron al menos un período. Son Abel Alonso, Ricardo Abumohor, Reinaldo Sánchez, Harold Mayne-Nicholls, Sergio Jadue y Arturo Salah.
Si se revisan las estadísticas dirigenciales de la Asociación Central de Fútbol (1938-1986) se verá que la situación no es muy distinta. En suma, la presidencia del fútbol es una historia accidentada con más renunciados que elegidos. Mala cosa.
Es mala porque revela muchos posibles males: que no hay continuidad en los trabajos de dirección, que no hay buenos planes entre los cuales elegir, que no hay planes, que los presidentes de los clubes no saben elegir, que los candidatos son débiles para sostener el desarrollo, que los clubes no son capaces de producir buenos dirigentes. El fútbol ha tenido varios dirigentes que reúnen todos los requisitos exigibles al peor de los peores.
Como sea, tenemos que coincidir en que los buenos candidatos y los buenos presidentes escasean. En otras palabras, nuestro medio no produce buenos dirigentes.
No debería sorprendernos si pensamos en que en las últimas elecciones para Presidente de la República hubo una sugerente cantidad de ciudadanos que pensaban en anular su voto porque no los satisfacía ningún candidato. Interesante.
No es conveniente que sigamos, al menos por ahora, analizando a cada uno de los componentes de nuestra “familia del fútbol”. El hincha, como bien sabemos, aparece actualmente dividido entre los seguidores de un club y los “barra brava”. Los que más se hacen notar son estos últimos, por sus tropelías y porque aterrorizan a todos los demás y se aterrorizan entre ellos.
Tampoco es necesario, al menos en esta columna, señalar la situación que se vive en la producción de jugadores. En este terreno hay señales contradictorias. Por un lado, parece que la renovación es lenta y se ve lejano que una generación de nivel internacional llegue con rapidez a la selección adulta. Y junto con eso, la aparición de jóvenes valores llama a la esperanza. ¿Cristalizarán los nuevos? Es una apuesta compleja.
Lo mismo podemos decir de los entrenadores. Nunca hemos sido pródigos exportadores de técnicos y hoy es más difícil que nunca, por la invasión de extranjeros sin pergaminos y a veces sin siquiera experiencia. El nivel es bajo.
Pero donde se puede elegir es en el sector directivo, también invadido por otros actores indeseados e indeseables. Los hay que son dueños de más de un club, lo que está prohibido; los hay que protagonizan escabrosos episodios, como los PCR falsos y castigados con sanción ridícula.
En fin, habrá elecciones este año. A ver si ahora atinan.