Lo hemos escuchado tantas veces: “No me interesan las imposiciones, quiero mi sueldo completo”. “Pero después no podrás jubilar con una buena pensión”. “Pero eso es después y a mí me interesa lo que gano hoy”.
El desarrollo del tema previsional y los controles existentes hacen que ese diálogo entre empleado y empleador sea menos frecuente, pero la situación se sigue viviendo, aunque de distintas maneras. Una de ellas se produce por el interés de la parte patronal de gastar menos en su aporte previsional. Fórmula: rebajar engañosamente el monto del sueldo y pagar lo rebajado “por fuera”. Puesto que el aporte previsional es un porcentaje de la remuneración, si esta disminuye, también lo hace ese aporte.
Es parte de lo que sucede en el fútbol, donde muchos clubes declaran sueldos bajos de sus jugadores para disminuir su gasto previsional y para eludir obligaciones administrativas. Ahí nace el caso de los “dobles contratos”. Uno es el que se registra en la ANFP y otro, privado, que completa el sueldo real. La simulación es impresionante: sueldos reales de $2.750.000 se registran por $500.000, como sucedió con el castigado Lautaro de Buin. ¡Menos del 20% de lo real!
Pero eso no es todo. Tal vez el objetivo más importante de la trampa es eludir el límite de gastos autorizado a los clubes. Según se dispuso durante la administración de Sergio Jadue (¡en serio!) se formó la Unidad de Control Financiero, actualizada en 2018, con el objetivo de igualar las opciones de los equipos en competencia. Es el famoso “fair play financiero”.
De acuerdo a lo dispuesto, cada club no debe gastar más del 70% de sus ingresos en el primer equipo. Y como los asociados no tienen suficientes ingresos… rebajan fraudulentamente sus gastos, empezando por los sueldos. También se consideran en el Anuario Financiero gastos Operacionales, Administrativos, Fútbol Joven y Femenino. Obviamente, más de la mitad se origina en el monto por sueldos (57%). (Y el mayor ingreso, 39%, proviene de los derechos de televisión).
De modo que hay dos grandes causas de la trampa.
Aunque las anomalías son muy antiguas, la primera explosión escandalosa se produjo en mayo de este año, cuando Lautaro de Buin fue expulsado de la Asociación y luego readmitido, aunque con resta de puntos. Hoy milita en la Segunda División.
La noticia de estos días la protagoniza Deportes Melipilla, aunque afecta a un grupo grande de clubes (y tal vez a todos) por distintas razones.
Universidad de Chile denunció a Melipilla, cuyo propietario es, muy curiosamente, el mismo de Lautaro, Carlos Encinas, un discutido jugador, entrenador, dirigente, empresario y polemista que insiste en que “yo no soy Jadue”. A la U se agregaron otros denunciantes (incluido el directorio de la Asociación), que sumados al testimonio de Gino Valentini, exfuncionario del club y encargado de los pagos ilegales, y el testimonio de jugadores, hicieron insostenible la situación de “Los Potros” melipillanos. Como daño colateral, quedaron suspendidos los mecanismos de ascenso-descenso, haciendo impredecible el futuro de los jugadores implicados en los partidos definitorios.
Finalmente, el lunes pasado el Tribunal de Disciplina de ANFP resolvió la expulsión de Melipilla de los registros del fútbol profesional. Ahora falta saber el fallo de la Segunda Sala del Tribunal. Y posiblemente del TAS, tribunal internacional al que ya recurrió San Marcos de Arica, alcanzado por la situación.
Ángel Botto, expresidente del tribunal, ha dicho en estos días que no encuentra nada bueno en el fútbol chileno, lo que hace imposible no recordar la reacción de Juan Goñi después de la actuación del seleccionado en el Mundial de 1966. “Al fútbol chileno hay que echarle parafina y prenderle un fósforo”. Ahora, por cierto, con más razón que entonces.