El reciente dictamen en el caso del argentino Alexis Martín Arias, portero de Unión La Calera, se radicó en el único investigado por la justicia y, por tanto, en el único acusado, que fue otro argentino, el afligido Nicolás Ambrosio, chief development officer de una empresa.
El fiscal lo acusó de suplantar al portero no en una ocasión, sino que en cuatro, para reemplazar exámenes y resultados, en plena pandemia y durante torneos internacionales y viajes al extranjero, y por eso la petición de hasta 540 días de cárcel.
Después de meses de ardua investigación se llegó a un acuerdo en pro del tiempo y para no gastar más recursos del Estado: no seguir investigando.
Fue un trato entre la fiscalía y la defensa, para evitar el juicio oral y posterior sentencia, vistos los antecedentes penales de Ambrosio: ninguno.
Se le otorgó una segunda oportunidad, y el juez, visto el acuerdo de las partes, le ofreció una salida alternativa, después de levantarle la orden de arraigo: fijar domicilio y pagar 7 millones de pesos al Hospital Marítimo San Juan de Dios, hasta en diez cuotas; y si no rompe la ley en los próximos 18 meses, después de esa fecha, queda limpio y resplandeciente.
La salida alternativa no implica reconocimiento de culpabilidad, porque para eso se necesitaba un juicio, que se esfumó porque implicaba gasto de tiempo y plata. Se puede decir que lo que siempre se dice, en este caso, es verdad: la justicia tiene precio.
El proceso no llegó al suplantado, Alexis Martín Arias; tampoco al gerente de Unión La Calera, Martín Iribarne, testigo presencial, y gran amigo del fiel Ambrosio, y tampoco siguió escalando ni afectó a Unión La Calera, porque al mentado caso le quitaron la escalera.
La ANFP, entre paréntesis, empezó a investigar, pero se detuvo, en espera del dictamen de la justicia, así que con esto para qué más, por lo tanto, la ANFP y Chile entero pueden salir de dudas.
No hubo mentes grises ni cómplices pasivos o activos, y se trató de una aventura demencial y unipersonal.
Y como no hubo juicio, por esto del gasto de tiempo y plata, hay que quedarse con la salida alternativa: Nicolás Ambrosio actuó por su cuenta y riesgo, no tuvo contactos con superiores, no se conocieron sus motivos ni propósitos, y tampoco si quiso favorecer o perjudicar a alguien.
Acá no hay nada institucional, todo es personal.
En otras palabras: nadie supo lo que estaba haciendo ni por qué lo hacía, parece que ni él mismo. No hubo Cerebro, fue Pinky.
En suma: actuó de manera misteriosa y con cero apoyo y sin ninguna red.
Algo similar, no por cuantía ni gravedad, sino por sigilo y soledad, fue lo de Sergio Jadue, cuando era presidente de la ANFP: actuó en secreto, nadie vio nada ni sospechó cosa alguna y cayó totalmente solo, con la diferencia de que Jadue está siendo juzgado, en este caso, gracias a la justicia de Estados Unidos.
Así que tampoco hay que sorprenderse tanto.
Estas son cosas que pasan en el fútbol chileno.
Caso cerrado.