La campaña presidencial ha creado un nuevo personaje para Gabriel Boric.
Boric, antes desgreñado, ahora, preocupado hasta de los detalles, cuida su peinado, barba y vestimenta, incorporando anteojos, en atisbo cosmético de madurez y experiencia.
La transfiguración va más allá, incluye su programa y equipo operativo, con muchas impostaciones.
El Partido Comunista (PC) —principal base electoral, programática y parlamentaria del candidato— disciplinadamente se ha contenido, abandonando, por algunos días, la primera línea. El PC y sus dirigentes, por ahora, se han desplazado hacia la retaguardia, invisibilizados, silenciosos ante los medios de comunicación. El hábil distanciamiento entre el candidato y el partido no implica que los comunistas pierdan influencia, renuncien a imponer sus postulados totalitarios que, en lo fundamental, no han variado desde la revolución de octubre de 1917. Por eso, y por su anacronismo, no hay democracia que los resista. Son una anomalía en el resto del mundo.
Nuevo Boric no implica nuevo programa, así lo han reconocido los comunistas, partícipes y de acuerdo con el texto original y el definitivo.
Los cambios en el programa son poco creíbles, forzados por tácticas electorales. La promesa de amnistiar violentistas se mantiene, con la insuficiente salvedad de los responsables de difusos delitos graves. Su propósito refundacional de Carabineros lo pretende morigerar en la nueva versión de un programa escurridizo con la mantención del orden y seguridad pública y una supuesta desmilitarización de las policías.
Sobre migraciones, amnésico, olvida que suscribió requerimiento al Tribunal Constitucional en favor de la inmigración irregular y el descontrol fronterizo, prometiendo acceso a la vivienda para los ingresos clandestinos. Meses después, afirma ser partidario de una migración ordenada.
En materia internacional, recientemente contradice su tardía condena a los regímenes de Cuba y Maduro, agradeciendo el respaldo del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, reconocido lobista del régimen de Nicolás Maduro. En términos imprecisos, el candidato ahora limita su compromiso inicial, sin restricciones, de revisar tratados internacionales.
Sobre la conducción económica, pretendiendo tranquilizar y no repetir vergonzosos desconocimientos, solo se aportan confusiones y contradicciones por sus consejeros y equipos económicos.
Por último, inicialmente prohibitivo del rodeo, a continuación se manifiesta permisivo del principal deporte nacional.
¿El nuevo Boric cuenta o no con un programa creíble y capacidades suficientes para abordar los desafíos que enfrenta Chile?