Mañana se decide todo. Las prohibidas encuestas han circulado como nunca, mostrando en algunas que hay empate y en otras que hay un triunfo para Gabriel Boric.
Cuando se abran las mesas, veremos probablemente una realidad nueva respecto a las elecciones anteriores: El voto de Santiago diferirá del de regiones. El voto de mujeres diferirá del de hombres, y algo que ha sido más habitual, el voto de jóvenes diferirá del de los viejos.
Pero, lo más importante que dejará el resultado —gane quien gane— es que se romperá definitivamente la lógica del estallido social. De acuerdo al octubrismo, el 18 de octubre las chilenas y chilenos se levantaron para decir basta de los abusos y terminar con los privilegios de unos pocos. Esa lógica proto revolucionaria buscaba poner “al pueblo” contra los privilegiados, en una especie de emulación de los bolcheviques contra la aristocracia rusa.
De cierta forma, la lógica anterior se ratificó en el plebiscito de la Constitución, donde “las 3 comunas” se diferenciaron completamente del resto del país. Las tres comunas del rechazo frente al resto de Chile que quería un futuro diferente. Y la elección de constitucionales no fue muy distinto: Un país volcado a la izquierda de la izquierda y unos pocos convencionales de derecha arrinconados.
Todo eso se acaba mañana. Veremos a un Chile dividido en dos mitades. Un poco más allá, un poco más acá. 49/51, 47/53 o 45/55. Da lo mismo. Serán dos mitades. Así, se acabará la lógica del “todos contra unos pocos” y volveremos a la vieja lógica hegeliana de los dos modelos en pugna, de las dos visiones contrapuestas, de dos ideas en choque.
Se acaba, entonces, la lógica refundacional. Se destruirá el mito del pueblo sometido por una élite. Se anula el efecto del yugo de la Constitución. Se acaba todo eso. Supuestamente.
De hecho, el porcentaje de José Antonio Kast, gane o pierda, se transformará de facto en la base del rechazo a la nueva Constitución, en caso de que los convencionales no se den cuenta del cambio de escenario y propongan un texto delirante. Y no es improbable que ello ocurra.
En caso de que gane Gabriel Boric, la gran incógnita estará en ver cuál es realmente el Boric. ¿El de la primera vuelta? ¿El de la segunda vuelta? ¿O emergerá un tercer Boric ahora como presidente? Ligado a ello, la pregunta es cómo logrará gobernar una coalición tan disímil. ¿Caben todos, desde Andrea Repetto a Daniel Jadue? ¿Desde Roberto Zahler a Ramón López?
La primera experiencia de una coalición amplia fue la de Bachelet II y sus resultados no fueron alentadores. Su gobernabilidad se hizo tremendamente compleja, y eso que el eje estaba claramente más al centro y el liderazgo de Bachelet era mayor.
En caso de gane José Antonio Kast, la gran incógnita será la capacidad de manejar la calle. Su oferta de orden puede chocar con un grupo exacerbado de radicales que busquen deslegitimar al presidente desde el mismo lunes. “Piñera asesino igual que Pinochet, Kast asesino igual que Piñera” será la absurda consigna, pero cuya consecuencia política será muy difícil abordar.
La gobernabilidad de la propia coalición será más fácil, ya que de cierto modo el propio Kast es el dueño de esa coalición y son todos viejos conocidos. Es cierto que han aparecido unos radicales de derecha pero su neutralización debiera ser más fácil que el equivalente para Boric. Los Kaiser, los De la Carrera y los Melnick podrían quedar desplazados rápidamente.
Dicho lo anterior, cualquiera de los dos que gane deberá enfrentar un gris panorama económico.
Cualquiera de los dos que gane deberá enfrentar una alta expectativa de orden o cambio, según corresponda, que probablemente no podrá ser cumplida.
Cualquiera de los dos que gane deberá enfrentar una enorme fragmentación política en el Congreso.
Cualquiera de los dos que gane deberá enfrentar un enorme populismo parlamentario que aplicará la lógica de los retiros a otros ámbitos. “Grandes acuerdos” por la empresa estatal de materiales de construcción, “grandes acuerdos” para fijar precios, “grandes acuerdos” para gastar más. Grandes malos acuerdos.
Y del resto, cero incentivos a hacerlo.
Mañana comienza un nuevo ciclo. Afortunadamente tanto Kast como Boric cumplen los estándares democráticos. A diferencia de lo que habría ocurrido con Jadue, no parecen haber dudas de que en cuatro años más estemos hablando nuevamente de las elecciones que se avecinan.
Quedarán preguntas pendientes. Cómo se vuelve a llenar el centro. Cómo se lograrán aislar a radicales de un lado y otro. Cómo el liberalismo, la verdadera socialdemocracia y la Democracia Cristiana vuelven a ponerse de pie. Y, sobre todo, la pregunta de cómo se logrará vivir en un ambiente altamente polarizado.
Mientras tanto, vale la pena recordar aquella frase de Churchill según la cual “tras un recuento electoral, solo importa quien es el ganador. Todos los demás son perdedores”. En este caso, contrariamente a lo dicho por Churchill, la vuelta de las dos mitades puede terminar siendo una ganancia para el país.