Estimados ciudadanos lectores, hemos vivido los dos últimos años como país situaciones muy difíciles. Un gobierno a la baja en adhesión ciudadana; el estallido social de octubre de 2019 y un proceso electoral que no había ocurrido desde 1990.
Es así como tuvimos plebiscito de entrada a la nueva Constitución, consultas ciudadanas para definir candidatos presidenciales de algunos partidos; elección de los convencionales constituyentes; elección de autoridades territoriales, alcaldes, gobernadores regionales, concejales; elección de diputados, senadores, consejeros regionales; primarias presidenciales en la izquierda y la derecha; consulta ciudadana en la centroizquierda y finalmente primera vuelta presidencial.
Todo ese proceso concluirá mañana con la elección del futuro presidente de Chile por el próximo período. Esta segunda vuelta electoral presidencial posee dos características inéditas desde 1990: por primera vez no llegan a la elección un candidato de centroizquierda y un candidato de centroderecha y los candidatos que ganaron en primera vuelta no superan el 30% de los votos.
La elección de mañana, por las características anteriores, es única post 1990. Por primera vez los candidatos representan a la izquierda y a la derecha, ambos han trabajado y han logrado conseguir el apoyo de la centroizquierda en un caso y de la centroderecha en el otro; han moderado sus programas originales; han consolidado los respaldos respectivos en todas las fuerzas políticas que quedaron al margen después de la primera vuelta y han presentado al país en este período su diseño de gobierno.
Hemos llegado, por la naturaleza de toda esta historia mencionada, a una decisión fundamental cual es: qué modelo de país y de sociedad definimos mañana. La propuesta del candidato de derecha es cierta estabilización de las coordenadas que nos han conducido en los últimos 31 años, en algunas dimensiones de su programa económico es un claro retroceso en términos de recaudación fiscal para enfrentar el desafío social, en otras dimensiones es francamente recesivo.
A manera de ejemplo, el candidato de derecha propone eliminar el impuesto territorial, desconociendo que este impuesto solo lo pagamos el 20% de los propietarios de viviendas en Chile; que este impuesto representa más del 50% de los ingresos municipales distribuidos a través del Fondo Común Municipal y que finalmente se llegaría al absurdo de que en la comuna de Vitacura no se pagaran contribuciones, comuna en la que en la actualidad el 100% de las viviendas las pagan, y dejaría a la comuna de Cerro Navia con menores ingresos y en donde casi ninguna vivienda paga impuesto territorial. Hay varios otros ejemplos de esta candidatura que significan un retroceso en la lucha contra la desigualdad en nuestro país.
Dejo como signo de interrogación las propuestas originales de la derecha de retroceder en avances libertarios en materias culturales y valóricas, como la propuesta original del candidato de la eliminación del Ministerio de la Mujer y de la derogación del acuerdo de unión civil y del aborto terapéutico en tres causales.
Por otra parte, la candidatura de la izquierda, apoyada por la centroizquierda, busca realizar transformaciones sustantivas orientadas a construir un país más justo y cohesionado. Detrás de ese gran objetivo está la construcción de políticas públicas para lograr derechos sociales civilizatorios mínimos en salud, educación, vivienda y previsión.
De tal manera que nacer en Chile tenga un piso de igualdad esencial en todos los aspectos de la vida sustanciales para, a partir de allí, despegar todo el potencial de libertades que merece un ser humano. Esta propuesta enfrenta, en mi opinión, el principal problema de la sociedad chilena que es la no existencia de una sociedad mínimamente cohesionada en lo social, derivada de una estructura histórica marcada por la desigualdad y el destino de muchos chilenos que está definido de antemano por la comuna donde nacen.
Para muestra un botón, Chile es hoy uno de los países del mundo que mayor concentración del ingreso radicada en el 1% superior de mayores recursos. Mientras en Chile ese 1% captura el 27% del ingreso, el promedio mundial es del 18%, en América del Norte, Estados Unidos y Canadá es el 17% y en la Unión Europea es del 12%. Una sociedad con este nivel de desigualdad nunca será estable socialmente.
En definitiva, lo que se decide mañana es la transformación progresista orientada a construir un país más junto y más libre o bien, en líneas generales, mantener la situación que nos ha acompañado por décadas sino siglos. Usted decide.