Lentamente y de a poco, son males silenciosos y de síntomas engañosos e imperceptibles.
Las personas, algunas, se despachan en un santiamén, pero con los equipos es distinto.
De las catorce instituciones que fundaron los torneos nacionales en 1944 —el año en que por primera vez se aceptaron dos clubes de provincia, Wanderers y Everton—, hay tres difuntos: Santiago National, Bádminton y Green Cross.
Los equipos, con el tiempo y las decisiones, dejan de existir cuando no representan lo que encarnan. No sucede de un año a otro, sino de manera gradual y a peldaños se esfuma el calado y lo que importa: sentimientos, ciudad, memoria, significado y eso que remite a la identidad y el orgullo, eso que da rango, respeto y compañía.
Esto es lo que soy: chileno y existo.
¿Algo más que añadir a la existencia? Por supuesto: soy de la U, de la Cato, de Unión, de Wanderers, del Colo o de Audax Italiano.
No desaparecen por descensos ni clasificatorias o eliminatorias y nada de eso. Huachipato, que perdió la categoría, estuvo en la Copa Sudamericana 2020 y 2021, que fue donde Coquimbo Unido llegó a semifinales, para después descender en el torneo local y retornar rápido al cabo de una temporada. Es así. Si Universidad de Chile descendía no se acababa ni nada parecido, por favor. Cuando ocurrió, en 1989, volvió más fuerte que nunca y el impulso se prolongó por la década del 90.
Los equipos empiezan a morir cuando no se dan cuenta de sus males.
Everton, bajo el reinado del Grupo Pachuca, parece sano, no pasó peligro y clasificó a la Copa Libertadores. Un equipo se enferma cuando lo que era el complejo deportivo Oscar Marín Socías se renueva, moderniza y como nombre se coloca una sigla: CDE, para Centro Deportivo Everton.
Casi nadie sabe quién fue el doctor Marín, por supuesto y sin duda, pero ahora ni siquiera se puede preguntar. Y la historia, como todo, se aprende preguntando. Los dueños mexicanos, como no sabían, seguro lo hicieron: “¿Quién era ese güey?”. Ninguno de los cortesanos respondió, con la insistencia del caso.
¿Nombres a las galerías y tribunas? En San Carlos de Apoquindo, por si acaso, es así. En Sausalito debería ser René Meléndez y Guillermo Martínez, y que alguien se los explique.
Erasmo Zúñiga, campeón en 1976 y después emblema para los suyos, fue a Sausalito el sábado pasado, pero la butaca que le entrega el club, esta vez, se la vendieron a un hincha de la Católica. Lógico dijeron los ganapanes. Váyase al frente, pidieron los meritorios, donde Andes era de la UC, porque esa fue la política y la venta. Zúñiga se devolvió a su casa.
Seguramente pensaron que no iba a ir, ni él ni ningún evertoniano, y mejor que fueran los menos y solo a galería Cerro, a quién le importa.
¿Para qué iban a ir? No vale la pena. Jugaban con la UC que fue campeón y el resto no existe, añadieron los recaderos y mozos de cuadra. Eso explica el espectáculo: el local pintado en la cancha, en Sausalito la escenografía del visitante y así es como empiezan a morir los equipos.