La definición de torneo, pintada con rasgos altos de emotividad, no deja otra enseñanza que la explicación de todo siempre hay que buscarla en la cancha.
Universidad Católica, por ejemplo, no ganó su tetracampeonato por la situación sanitaria de Colo Colo. Aunque los albos sientan que eso liquidó su sueño, la UC tuvo dos cosas fundamentales en la recta final: variedad para suplir piezas del rodaje colectivo y una convicción total en cómo trabajar los partidos.
Los cruzados no fueron brillantes ni estéticamente atractivos en sus formas de asentamiento. Por muchos momentos llegaron a ser demasiado cuidadosos en mantener su línea y quizás contando con un equipo para ser más arriesgados y entrópicos. Pero optaron por el camino correcto: no salirse del libreto, que fue construir paciente e inteligentemente los momentos para sacar las garras y definir. He ahí su mérito. El de los jugadores y el de su DT.
Lo mismo hay que hacer notar para entender lo de Colo Colo. Es cierto que fue el equipo del torneo que alcanzó más solvencia y potencia en su propuesta. Pero también es verdad que no tuvo los elementos para reformularse cuando se le empezó a caer la estantería.
Es cierto: las bajas fueron demasiadas y trascendentales, pero justamente ahí fue donde faltó algo que Colo Colo recién construye: un caudal de mayores respuestas ante situaciones diversas, porque los albos, a diferencia de los cruzados, no poseen una estructura de juego o una línea definida, sino que convicciones, ideas y principios generales. Para ponerlo en términos simples, la UC tiene la teoría y el dogma, Colo Colo el deseo impulsivo de determinar su identidad.
La U también encuentra explicaciones en la cancha de todo lo que vivió en su pobre temporada. Con Dudamel, Valencia y Romero en la banca, el equipo azul tuvo el mismo problema: indefinición absoluta sobre qué tipo de equipo quería ser. Por momentos, con Cañete como eje, pareció que el camino elegido era el de la elaboración. Pero como el argentino nunca asumió el control, comenzaron las dudas y una búsqueda a ciegas: ¿era mejor intentar el ataque directo? ¿era preferible construir por el medio o ensanchar la cancha? ¿dónde produce más daño un jugador como Aránguiz? ¿se puede arriesgar con una defensa lenta?
La U se enredó tanto en ese dilema técnico, que fue desgastando el escaso capital futbolístico que tuvo en algún momento, cuando el equipo encontraba las vías para la definición de Larrivey. La luz se vio al final del camino. Ante Unión La Calera por lo menos hubo un aviso potente sobre lo que se quiso hacer en la cancha. En el primero tiempo, con Luján como acompañante de Larrivey y socio de Cañete, quedó claro que la idea era elaborar antes que atacar desesperadamente. Y luego de la primera anotación calerana, la señal fue mucho más potente: había que soltar los amarres y manejar los temores y atacar con lo que hubiese. Será debate largo si eso hizo que los caleranos se refugiaran o fueron ellos los que optaron por eso. Como sea, la solución y el desahogo de la U estuvo en la cancha, como siempre.