A don Pepe no le cuentan cuentos. Es empresario, pasó los 60 y le sobra cuneta. En base a esfuerzo y tres décadas de estabilidad institucional, desde su “fábrica”, como llama a su taller, creó empleo, vendió productos e hizo unas lucas. Antes de 2019, a pesar del lento crecimiento y la competencia china, su pequeño negocio flotaba. Ahora, claro, la cosa se ve color de hormiga. Violencia, pandemia e incertidumbre en torno a las reglas del juego tienen a su sector en la pitilla.
Han sido años duros para las Mipymes locales. El 62,4% de todas las empresas registró caídas en ventas entre 2019 y 2020, pero las micro fueron las más afectadas: el monto de sus ventas promedio se derrumbó 37,5% y su dotación cayó 21,2%. El golpe agregado en el empleo, como sabemos, fue monumental (se perdieron 2 millones de puestos).
Gracias a millonarias transferencias del Estado, la cosa se activó el 2021. Claro que esto, con un mercado laboral convaleciente, llevó a miles a emprender. Solo en octubre, 18 mil empresas/sociedades se constituyeron en Chile (6% más que en 2020), con un 48% de estas con mujeres como dueñas o socias (¡bravo!). Tal motor emprendedor multiplicó la competencia, explotando las oportunidades de una economía que trata de salir de la pandemia. Pero todo sensato emprendedor sabe que esto no es sustentable. Mientras el espejismo del 2021 se disipa, las fuentes de incertidumbre para la microempresa emergen con fuerza.
Desde la Convención, por ejemplo, las críticas al “modelo” se utilizan como excusas para obviar lo evidente: varias de las reformas económicas recientes fueron deficientes y no se avanzó en otras importantes (¿es el mercado responsable?). Peor aún, los cuestionamientos son usados como pretextos para impulsar experimentos institucionales. “Existe hiperpresidencialismo en Chile”, afirmación al menos debatible. “Parlamentarismo es el resultado de la evolución natural de sistemas políticos”, no es lo que dice la evidencia si se controla por condiciones iniciales (Cheibub, 2007). ¿Está asegurada la viabilidad del semipresidencialismo? Nada de claro (Fontaine, 2021).
Y los programas de gobierno multiplican las dudas. Las propuestas conocidas para “proteger” Mipymes se confunden con obstáculos que limitan su crecimiento (ya lo hace nuestro parchado sistema tributario). Todo barnizado por los irresponsables golpes políticos propinados en contra del mercado de capitales que encarecerán los créditos por un rato.
Don Pepe está viendo qué hacer. Echarse de nuevo el equipo al hombro es una opción. Pero no es el futuro de su negocio lo que lo desvela. Es algo más trascendental. Sospecha que la idea de resetear un país vía excusas y pretextos, más que oportunidades, generará trabas. Y la ciencia económica lo avala. Es que la trampa del ingreso medio, aquella en que Chile cayó la década pasada, tiene algo de esas arenas movedizas de película. Mientras más alocado el pataleo, más rápido el desplome. El experimentado microempresario intuye nuestro problema último: la arena está llegando al cuello y parte de la clase política no se calma.