La realidad nos golpea fuerte. El panorama económico es menos alentador de lo que esperábamos. Inflación creciente, tanto por factores externos como internos, incertidumbre económica, proyecciones de una fuerte desaceleración en 2022, un crecimiento nulo a nivel nacional, todo esto pese a que el precio del cobre se transa a 4,3 US$/lib. Malas políticas, voluntarismo y populismo muestran sus consecuencias. El alza de la UF encarece el dividendo, y el de la tasa de interés aleja la posibilidad de comprar una vivienda. El bajo crecimiento anticipa una ralentización de la recuperación del empleo, que está 650 mil puestos de trabajo por debajo de su nivel de enero 2020. La desaceleración implica menos ingresos fiscales.
Los resultados electorales también nos mostraron la realidad. Dejaron en evidencia que si se quiere gobernar, no sirven los programas testimoniales o voluntaristas. Estos deben ser realistas y realizables. Los resultados en el norte dan cuenta de un descontento con la falta de una adecuada política migratoria y con las políticas que de facto parecen eliminar el desarrollo de la minería. Un claro ejemplo es el royalty excesivo que se evacuó desde la Cámara de Diputados. Los resultados en el sur del país nos plantean lo complejo que es el deterioro del estado de derecho.
Ricardo Lagos entendió este desafío. “He escuchado la voz del pueblo”, dijo luego de la estrecha ventaja que le sacó a Joaquín Lavín en la primera vuelta de 1999 y dio un giro en su campaña. Lo propio había hecho antes Patricio Aylwin al plantear la tesis “en la medida de lo posible” al comienzo de la transición.
En eso están ahora los candidatos presidenciales. El favorito de las encuestas, Gabriel Boric, sumó a reconocidos expertos de la centroizquierda como Roberto Zahler en política macroeconómica; Hernán Frigolett, en funcionamiento del Estado; y Andrea Repetto y Eduardo Engel. Estos dos últimos han sido clave en comisiones transversales que alcanzaron acuerdos en políticas públicas tan importantes como empleo, pensiones y probidad.
Es el momento de moderar las expectativas para que no haya dudas de que las políticas que se proponen se ajustan a la evidencia y no afectan el desarrollo futuro. Dar señales de gobernabilidad y confianza es fundamental.
¿Qué ajustar? El tema fiscal, aunque no único, es ineludible. La reforma tributaria que propone Boric no recaudará 8 puntos del PIB. Estimaciones preliminares muestran que es difícil llegar más allá de 3 puntos. Además, una adecuada implementación permitiría tener un aumento importante en la recaudación recién al final de su período. Menos recursos implica que no se puede realizar todo lo que se pretende. Entonces hay que plantearse algunas preguntas: ¿Es deseable y posible financiar la condonación del CAE?, ¿es prioridad una pensión básica sin focalización, cuando aún tenemos importantes bolsones de pobreza y falta mucho más de medio millón de viviendas?, ¿tiene sentido financiar la creación de cerca de 30 nuevas empresas públicas?, ¿ferretería y constructoras?, ¿una administración de cuatro años puede realizar una reforma en Salud, Educación y Pensiones?, ¿es necesario crear un Banco de Desarrollo y Comercial si existe Corfo y BancoEstado?
Ajustar a la baja promesas de mayor gasto o beneficios es complejo. En algunos casos también doloroso. Pero los países se construyen paso a paso, de acuerdo a la realidad de cada momento. En Chile, sectores muy golpeados por las violaciones a los derechos humanos en dictadura fueron capaces de plantear acciones en la medida de lo posible para que el país avanzara. Por lo tanto, ahora estamos hablando de un desafío difícil pero no imposible.