Trabajo en investigación histórica en una terraza. Son pocas horas al día, pero suficientes para avanzar en el conocimiento y, de paso, para contemplar a quienes circulan por la esquina que domino.
Obreros de construcciones cercanas, dueñas de casa camino de las compras, jóvenes profesionales en sus bicicletas, recolectores de basura, jardineros, estudiantes de todas las edades, madres y abuelas con sus hijos y nietos en cochecitos, todo tipo de adultos paseando perros, empleadas del hogar, jubilados, corredores compulsivos, uno que otro delincuente (justo enfrente de mi ventanal, una señora fue despojada de su auto), funcionarios de la seguridad municipal, etc., etc. Muchos chilenos y, seguramente, algunos extranjeros.
Para todos ellos, Kast y Boric ofrecen cada uno su programa, muestran cada uno su personalidad, despliegan cada uno sus estrategias, conforman sus equipos.
Pero detrás de todo eso —programa, personalidad, estrategia, equipos— está ese sustrato que se llama Proyecto Humano, esa mirada desde los fundamentos y hasta las últimas consecuencias, que distingue notablemente a un candidato del otro.
¿Puede calificarse de “humanista” la concepción que subyace a los planteamientos de Boric? No, de ninguna manera.
Una lectura atenta no solo de su programa, sino de todo el ideario en que ha fundamentado sus 10 años de trayectoria pública, permite concluir algo simple y terrible: su concepción de la persona humana es claramente deshumanizadora, negacionista de los derechos naturales más íntimos, reduccionista de las aspiraciones humanas al plano de unos simples deseos e instintos propios de una modernidad decadente, reductora de la libertad responsable, en fin, disolvente del concepto mismo de naturaleza humana.
El candidato frenteamplista puede darse mil vueltas de carnero para tratar de caer parado en tierra electoral propicia, pero en cada pirueta, observada en cámara lenta, se aprecia su impericia para reforzar lo propiamente humano. Y este no es solo un problema de sus compañeros de ruta, los comunistas, los grandes deshumanizadores de la historia contemporánea, sino una deficiencia ya asumida por el propio proyecto frenteamplista desde sus orígenes.
Por el contrario, ¿es el humanismo la savia vivificadora del proyecto de Kast?
Por supuesto que sí.
Textos inspiradores, como los libros de Sebastián Burr, “Hacia un nuevo paradigma sociopolítico” y su reciente “El ocaso de la democracia representativa”, junto al tomazo editado por Rojo Edwards, “La ruta republicana”, constituyen sustratos de fuerte carga humanista.
En las obras de Burr, en los trabajos recopilados por Edwards, la mirada humanizadora se expresa en diagnósticos y medidas que refuerzan el concepto de naturaleza humana, que incentivan el despliegue de la inteligencia práctica y de las virtudes, que ponen la libertad responsable como eje de la dignidad trascendente de cada persona. Cuando ahora Kast ajusta medidas concretas de acuerdo a esos principios, no es ningún hipócrita; es, por el contrario, el humilde servidor que busca en esas fuentes las mejores propuestas del humanismo.
La vida, defendida; la mujer, reconocida; la familia, valorada; el trabajo, dignificado; la juventud, incentivada; la Patria, amada; la seguridad, reforzada; la enfermedad y la vejez, protegidas; la democracia, asegurada; la naturaleza física, cuidada; la libertad responsable, desplegada; la educación y la cultura, veneradas; los abusos, perseguidos. Todo eso conforma un proyecto verdaderamente humano.
Entre una candidatura y otra, la línea divisoria entre deshumanización y humanismo está clarísima.