Tal como lo habían predicho los especialistas, que, en la medida que no se distribuyeran adecuadamente las vacunas y subsistieran millones de personas sin poder alcanzar la inmunización, surgirían nuevas variantes del virus corona, ha aparecido una nueva cepa que es causa de inquietud en amplios círculos expertos. Con la distribución actual de vacunas, diariamente se producen más de medio millón de nuevos contagios y en cada uno de ellos se reproducen miles de millones de virus, creando en estos procesos la oportunidad de que el virus experimente alteraciones en su material genético, lo que se expresa en modificaciones de su estructura. La llegada de la variante Ómicron produce cierto nivel de alarma, pero, en verdad, aún no puede establecerse el grado exacto de peligrosidad de la nueva cepa.

Las mutaciones que dieron origen a la variedad, que apareció por primera vez en Botswana y rápidamente se detectó en Sudáfrica, guardan relación con la estructura de la proteína de la espiga con la que el virus se une a las células del paciente. Por ello, se justifica la preocupación. Pero, en términos generales, la mayor parte de las nuevas variantes de un virus peligroso resultan más débiles que el original como agentes generadores de enfermedades. En todo caso, los cambios en el virus dan lugar a tres posibles inquietudes: que lo vuelvan más contagioso, que lo hagan más agresivo, dando origen a enfermedades más graves, o que, debido a esas mutaciones, logren diferenciarse tanto que tornen a las vacunas existentes en ineficaces. Naturalmente, los tres problemas pueden presentarse en distintas graduaciones.

Respecto del carácter contagioso, no existen suficientes datos recogidos en experiencias reales, sino solo hipótesis que se basan en los cambios en la espiga. Muchos de esos cambios ya se han observado en otras cepas, en las que ha quedado demostrado que son más fácilmente transmisibles, lo cual alienta las sospechas de que bien podría repetirse este peligroso fenómeno. Pero, quizá por la difusión de las vacunas, los pocos casos estudiados de pacientes contagiados con la variante Ómicron no parecen haber sido más graves que los demás. Aún falta más experiencia real para poder afirmar con seguridad lo que por ahora son especulaciones que se formulan como hipótesis de los médicos. Por último, también con muy pocos días de experiencia, pareciera que las vacunas mantienen importantes grados de efectividad ante la nueva cepa. De no ser así, los laboratorios que han diseñado las vacunas específicas, es decir, las que utilizan moléculas del virus para instruir a las propias células humanas a fabricar proteínas virales, creen poder adaptar su producción en forma rápida para dar una dosis de refuerzo dirigida contra la nueva variante. En el caso de que se llegara a una situación como esta, se estaría repitiendo con el coronavirus responsable por el covid-19 lo que ya sucede con el virus de la influenza, que requiere refuerzos anuales ajustados según la mutación que experimente el virus.

Otras complicaciones que representa el hallazgo de la variante se refieren a las medidas adoptadas por distintos países ante este peligro desconocido y poco medible por ahora. Algunos han prohibido los viajes de las regiones del sur de África y otros estudian el cierre de sus fronteras. Los sudafricanos, que han desarrollado un excelente programa de secuenciación genética para detectar nuevas cepas, consideran que su cooperación al problema mundial no ha sido bien recibida y se teme que como consecuencia los países guarden reserva de sus descubrimientos en el futuro. La única reacción razonable ante el peligro que afecta al mundo consiste en mejorar la distribución de las vacunas, pues como lo ha dicho la Organización Mundial de la Salud, nadie estará seguro si no estamos todos seguros. La experiencia así lo está demostrando.