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Editorial
Domingo 28 de noviembre de 2021
Cambios en las consignas
"La historia de Chile conoce suficientes ejemplos de promesas y garantías de última hora que luego fueron defraudadas".
El flagelo de la delincuencia también se puede banalizar y las campañas electorales son un terreno propicio. En ellas, el lenguaje político se confunde con el publicitario, y se abandona la deliberación sobre un asunto para utilizar el discurso como herramienta de manipulación. Una forma de ponerse a resguardo de esta manipulación sería renunciar a participar en el debate público, pero esto equivaldría a abdicar del rol de ciudadano. La otra forma es desenmascarar el abuso del lenguaje, que es una forma de abuso de poder, lo cual exige prestar atención al menos a dos criterios.
El discurso manipulativo tiende a ser abstracto. Como su propósito es conseguir que el oyente haga aquello que el hablante busca, pero por otro lado nadie conoce con precisión las preferencias y motivaciones de los demás, el discurso debe ser lo suficientemente vago como para conectar con sensibilidades distintas y mover a las personas con relativa independencia de sus sesgos y limitaciones, o de sus conocimientos y experiencias. Por eso, el discurso manipulativo es proclive a las consignas y a la proposición de objetivos generales, pero muy reacio a la enunciación de medidas o acciones concretas para alcanzarlos. E incluso cuando llega a pronunciarse sobre ciertos medios, lo hace de un modo abierto y general, en la línea de que es preciso mejorar las instituciones o atacar las verdaderas causas, y otras consideraciones similares. En cambio, el discurso genuinamente deliberativo ofrece un diagnóstico e identifica medios concretos para mejorar la situación de acuerdo con sus convicciones, y lo hace aunque no todos los participantes en el discurso estén de acuerdo con el primero o con los segundos. En el discurso genuinamente político la discusión está centrada en cuáles han de ser los objetivos, cómo priorizarlos y qué medios resultan más eficaces para alcanzarlos.
El discurso manipulativo es inconstante. “Haber escuchado a la gente” puede tener dos sentidos distintos. Puede significar un cambio profundo en las propias convicciones o en la apreciación de ciertos medios, pero también ser una simple táctica manipulativa. En este último caso no es que el discurso vaya evolucionando por medio de la deliberación, sino que se acomoda a la percepción del efecto que surte el mensaje en aquellos cuyo favor se busca conquistar. Si el oyente sobre el cual se ha aplicado una determinada herramienta discursiva señaliza que no hará lo que se busca, entonces habrá que probar con una herramienta diferente. Y esto puede hacerse todas las veces que sea necesario, mientras el oyente esté disponible para dejarse convencer. Este último puede tener buenas razones para tolerar o incluso acoger esta inconstancia del discurso, pero debería tener claro que entonces lo importante no es el cambio en las consignas, sino esas otras razones. La historia de Chile conoce suficientes ejemplos de promesas y garantías de última hora que luego fueron defraudadas.
Todo esto es aplicable al discurso sobre la delincuencia y la seguridad pública, pero también a las demás materias. Por eso, sería irresponsable concurrir a la elección del 19 de diciembre, donde habrá que optar entre dos visiones tan diferentes, sin realizar un mínimo análisis de consistencia programática y vital.