El pueblo habló. Los focus groups, las entrevistas en profundidad, las historias de vida, las observaciones etnográficas; toda esa parafernalia que muchas veces sirve más para dotar de “evidencia” a los deseos y sesgos del observador, fueron desplazados por la elección en la soledad de la urna secreta. Esto es lo que vale. La participación no fue abrumadora, pero superior a mayo pasado. En democracia es así: cuentan los que votan.
El pueblo habló. Nada es definitivo, lo hemos visto. Pero al menos por ahora la ciudadanía ha dicho que la continuidad lo tiene harto. Boric y Kast representan nuevas apuestas, otras agendas, diferentes estilos. Son refundacionales. Uno desea crear un nuevo orden, el otro restablecer el que se quebró; objetivos, ambos, igualmente peliagudos. Las fórmulas que gobernaron el país en las últimas décadas quedaron en el camino. Lo que se abrió el domingo es un nuevo ciclo.
El pueblo habló. Nuevamente se pronunció contra la política y los políticos. Esto es Parisi y su partido privado; esto es Campillai; esto es la entrada al Congreso de un numero récord de independientes y la derrota de muchos incumbentes. La Lista del Pueblo respondió a esto mismo. No es algo nuevo: con el mismo discurso, Errázuriz en 1989 obtuvo 15,4%.
El pueblo habló. Su ánimo ya no es el mismo de 2019: lo dijo fuerte y claro. Ha vivido la incertidumbre de la pandemia. Ve que peligran sus logros. Teme a la delincuencia, a la violencia, al desorden, a la inmigración descontrolada. Le acosa la dictadura viscosa de lo políticamente correcto, que remueve certezas tan fundamentales como las nociones de patria, de familia, de género. Cuando todo se vuelve más frágil, lo que importa ya no es tanto el futuro como el presente; no lo que merezco alcanzar, sino lo que quiero proteger; no las palabras, sino los hechos; no los programas, sino una figura de autoridad; no una identidad por explorar, sino un lugar al que pertenecer. Esto fue lo que llevó a muchos compatriotas a buscar refugio en Kast y en la derecha conservadora. Son los grandes triunfadores del domingo. En toda la línea: votos, poder e ideas.
El pueblo habló. La Convención tendrá que tomar nota. Esta ha previsto abrir diferentes canales de participación: está bien, pero ninguno es tan potente como una elección. Si alguien creía que podía recurrir a un plebiscito dirimente para sortear los desacuerdos, o que podía llevar las cosas hasta el límite contando con que en el referéndum de salida la ciudadanía apoyaría por defecto lo que salga de la Convención, sería hora de que lo piense de nuevo. Los resultados del domingo y la composición del futuro Congreso anticipan que ella estará obligada a buscar acuerdos hasta que duela.
El pueblo habló, dejando un amplio bolsón de electores (casi el 50 por ciento) por conquistar a los contrincantes en carrera. A Kast le sale incuestionablemente más fácil. Tiene el viento a su favor. Irradia la serenidad y autoridad que proporcionan las victorias. Cuenta con el respaldo de la derecha tradicional sin someterse a desgastantes negociaciones. Hay fuertes vasos comunicantes con el votante de Parisi: por su demografía, por su crítica al Estado, por su apego a la seguridad material. Por si fuera poco, puede apelar al voto católico de Provoste.
El pueblo habló y colocó a Boric en posición de retador. No partió bien. La noche del domingo transmitió improvisación, no el control que los chilenos piden en horas de incertidumbre. Habló a sus partidarios, no a las nuevas audiencias que debe atraer. Lo que debió ser la inauguración de una nueva campaña y un nuevo Boric fue más de lo mismo, con un discurso y una gestualidad que no responden al ánimo actual. Si quiere ganar tendrá que resetearse. En las próximas horas deberá negociar apoyos, lo que es siempre ingrato y poco glamoroso. Pero tiene tiempo. Tratándose de una campaña, lo hemos visto, cuatro semanas son una eternidad.