Los directores pueden ser juzgados por cómo te hacen sentir al final del día. Con John Ford es propio sentirse noble; con Buster Keaton, optimista; con Hitchcock te acosan sombras de culpabilidad; con Scorsese te sientes incómodo, inquieto, ansioso. El británico Adam Curtis no está en esas ligas, pero sus documentales transmiten sensaciones particulares, cerca de sentirse cool, en control, en comprensión de las corrientes subterráneas del agitado mundo que nos rodea. El efecto es especialmente paradójico, en la medida que el mundo que Curtis describe, el mundo cultural y político del último siglo, dispuesto en sus películas en un abigarrado collage de imágenes, está lejos de sentirse especialmente nítido.
Curtis (1955) ha realizado documentales para la BBC por cerca de 30 años, que hoy estrena directamente en su señal digital y que sus seguidores suben a YouTube con velocidad digna de causas humanitarias. Algunos son de un capítulo, otros de cuatro, y otros, como el reciente “Can't get you out of my head” (2021), de seis. Aunque tratan temas muy distintos, desde la influencia de Freud en el desarrollo del mercado y la política del siglo XX (“The century of the self”, 2002) al origen de los grupos terroristas islámicos (“Bitterlake”, 2015), comparten un mismo acercamiento, un mismo sistema: se componen de un río de imágenes diversas, que Curtis obtiene de los archivos de la BBC y de otras fuentes, sobre las que el director imprime su propia voz: moderada, impecable y llena de autoridad. Ella se combina con canciones pop impecablemente seleccionadas y música típicamente atmosférica, variantes también críticas en el conjunto. El efecto total es hipnótico y entrega por momentos la sensación de estar entre las derivaciones de un sueño o de un recuerdo espontáneo. La manufactura es altamente estética y refinada, por cierto. En un cine donde las texturas del pasado vuelven al presente como fotografías que se sacan de una caja familiar escondida, la impresión última es que el siglo XX se niega a abandonarnos. Curtis ha asegurado que su mayor influencia para llegar a esta forma es “U.S.A.”, la trilogía de John Dos Passos; pero cierto cine de vanguardia tiene que haber puesto su parte, a la Chris Marker o cintas del tipo “Hi mom!” (1970), de De Palma, o “F for fake” (1973), de Welles.
Pese a esta conciencia estética, Curtis se define como un periodista y menosprecia cualquier calificación como artista. De hecho, en sus documentales asume explícitamente la actitud de un narrador, alguien que relata historias que quieren capturar el sentido emocional del último siglo. En “The century of the self”, por ejemplo, da cuidadosa cuenta de Edward Bernays, el inventor de las relaciones públicas en Occidente, así como de Ernest Dichter, creador del focusgroup, y de Wilhelm Reich, figura crítica en los años sesenta. Esto ancla los documentales de Curtis en historias, sucesos y explicaciones. Así como toda narración es en tercera persona y Curtis nunca habla de sí, el apego a hechos se refuerza con imágenes propias del momento histórico expuesto, de modo que su yuxtaposición, cronológicamente al menos, es del todo coherente. Pero si Curtis no explicita sus propios juicios o sentimientos, ellos a la larga se dejan sentir. Curtis narra como un periodista, o como un cierto tipo de intelectual, pero sigue los instintos de un artista. Rara vez usa estadísticas o datos, tiende a conclusiones poco verificables y usa, por ejemplo, en exceso la expresión “those in power”, aquellos en el poder, una generalización abstracta, que no da cuenta de cómo el poder tiene naturalezas, áreas y objetivos distintos, que suelen colisionar entre sí. De manera análoga, sus historias prescinden de casi toda referencia a los siglos XVIII o XIX, fundamentales para entender el XX. No se puede hablar del individualismo contemporáneo sin considerar a John Stuart Mill. No se puede entender el nazismo sin alguna referencia al romanticismo alemán. Más que un periodista riguroso, Curtis es más bien un seductor, un encantador, un novelista, un hombre que crea coherencia y sentido en un mundo que parece no tenerlo por ninguna parte. Una vez que hemos salido de su río de imágenes, podemos cuestionar algunas de sus conclusiones, pero mientras estamos bajo su influjo, nos sentimos seguros y felices de que nos expliquen lo inexplicable.
The century of the self
Reino Unido, 2002, 3 horas y 55 minutos.
Can't get you out of my head
Reino Unido, 2021
7 horas, aproximadamente.
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