El viernes, mientras me sumergía en profundas reflexiones para definir mi voto en las elecciones de hoy, me llegó la noticia de cómo el Presidente Biden de EE.UU. le entregó el mando a la vicepresidenta Harris mientras él se sometía a un examen con anestesia general.
Me quedó dando vueltas la imagen y pensé qué pasaría en Chile ante un evento así. Hoy el cargo lo tomaría el ministro del Interior, Rodrigo Delgado, quien se convierte en vicepresidente ante la ausencia del Mandatario. ¿Pero y después, a partir del 11 de marzo de 2022, cuando asuma el nuevo gobierno?
Traté de hacer el ejercicio respecto de quiénes podrían ser los eventuales “vicepresidentes” de los candidatos a La Moneda.
¿Nombraría José Antonio Kast a Rojo Edwards, por ejemplo, en caso de no resultar electo senador por Santiago? ¿Sería él quien asuma la jefatura del gabinete ministerial y se cruzaría la banda sobre su pecho cuando el Presidente salga del país?
¿Qué haría Gabriel Boric? ¿Poner ahí a Daniel Jaude, como muchos piensan? ¿O le daría el puesto a Karina Oliva, para darle un (premio de) consuelo luego de su tormentoso final de campaña? ¿O a Camila Vallejo, quien lo apañó tanto frente a la denuncia de acoso? ¿O le daría el premio mayor a su pana Giorgio Jackson, que salió a su rescate en los temas “cifras”, “inestabilidad”, estatización de ahorros previsionales futuros, etc…?
¿Y Sebastián Sichel? ¿Se le ocurrirá tocar con la varita mágica a alguno de sus ex-colegas de gabinete-y-ex-adversarios-hoy-nuevos-mejores-amiguis Mario Desbordes o Ignacio Briones? ¿En serio?
¿Se le ocurrirá a Yasna Provoste poner en el Ministerio del Interior a sus amigotes en el senado y co redactores de proyectos como el indulto a presos de la revuelta y la nacionalización de fondos de pensiones, Alejandro Navarro y Juan Ignacio Latorre? Ellos estarían chochos.
Disculpen, pero no quiero ni pensar en el posible vicepresidente de Franco Parisi. Como capaz que el tipo ni se aparezca a jurar si sale electo (para ahorrarse el pago de la pensión alimenticia, ya saben), y se quede fuera de Chile, entonces su vicepresidente sería el verdadero Presidente en ejercicio. Fear.
ME-O de seguro nombrará a su amigo Warner o Wagner, siempre se me confunde el apellido.
Y don Eduardo Artés tendrá que importar a algún buen cuadro norcoreano que se maneje más o menos bien con el castellano.
Como ven, no se ve —salvo excepciones— muy promisorio el panorama. Es que la política es igual que el fútbol y el rock. Para que funcione tiene que haber equipo, elenco, banda.
Freddy sin Queen fue un desastre. Messi sin el Barcelona y el Barcelona sin Messi dan un poco de tristeza. Ningún Beatle por separado logró alcanzar la altura que consiguieron en conjunto.
Mi opinión es que la gran debilidad de todos los candidatos presidenciales es que han tenido poco equipo o equipos débiles o equipos poco presentables. Por eso, creo que la segunda vuelta será una oportunidad para enmendar aquello. La segunda vuelta es una nueva elección, donde el país se resetea y vuelve a evaluar el cuadro según el contexto, el resultado de la parlamentaria y la configuración de la Convención Constitucional.
Por eso hoy, más que nunca, la segunda vuelta es más bien ¡una vuelta entera! Los candidatos tendrán mucho que corregir.