Señor Director:

La directora ejecutiva de la Fundación Iguales, Isabel Amor, al refutar mi columna del 15 de noviembre, afirma que el país no se derrumbará por el hecho de que se cambie en la Constitución “familia” por “familias”. Por cierto que ello no sucederá por ese solo cambio, pero sí por el predominio cultural del polimorfismo familiar, que esa modificación reforzará.

Una “s”, sobre todo en un texto constitucional, puede ser muy relevante, por lo que discrepo de su afirmación de que “lo que está en juego no se definirá por la presencia o ausencia de una ‘s'”. Ese pequeño cambio: familia por familias, diluirá el concepto y el sistema público no podrá incentivar la familia basada en una unión estable y comprometida de hombre y mujer, orientada a los hijos, con padre y madre, que, como se ha demostrado una y otra vez, es la que provee mayores beneficios sociales.

Insisto en que el colocar familia y matrimonio entre hombre y mujer en la Constitución no pretende desconocer que existan diversas realidades, como hogares monoparentales, abuelos con nietos o parejas entre personas del mismo sexo y que las leyes deban proteger y amparar esas convivencias; pero no al punto de transformarlas en “formas de familia” equiparables en todo a la fundada por el matrimonio.

Hernán Corral T.