¿Usted de verdad cree que a estas alturas del siglo XXI un equipo puede inscribir mal a un jugador y no darse cuenta en todo el campeonato? Porque, pensará, en la época de los programas computacionales, de los software, de la tecnología de punta, es improbable que un club profesional se equivoque en algo tan básico y simple como aportar los antecedentes correctos de un futbolista. ¿Y usted cree que es razonable que los diez clubes que acudieron con la acusación en contra de Zedrick Vega no se dieron cuenta sino hasta la última fecha que había procedimientos para revisar este trámite?
Honestamente, si Fernández Vial comenzó a competir ya bien avanzado el torneo del Ascenso, ¿no hubo ningún dirigente que revisara si los papeles de las inscripciones estaban correctos? Y, a 21 años del siglo 21, ¿no hay un funcionario, un computador, una planilla Excel que nos advierta si hay irregularidades? Es más, le sigo preguntando, ¿usted de verdad cree que estas malas inscripciones descubiertas en el límite del tiempo se hacen por descuido, omisión, maldad o torpeza? Y, aprovechando el vuelito, ¿usted cree que se ventilan por rigurosidad, apego a las leyes, espíritu probo, delación o simple y pura malicia?
Uno de los mejores y más emocionantes torneos que se recuerden de la Primera B está todavía en ascuas y no puede celebrarse adecuadamente porque se espera la apelación al fallo de la Segunda Sala del caso San Marcos y del proceso contra Fernández Vial, sin certezas de quiénes jugarán la liguilla y quién se irá a Segunda División. Y lo más probable es que, luego, la decisión final sea un mamarracho como el de los últimos años.
Y en la Primera División no están mejor. ¿Usted cree que los criterios de las seremis de Salud para resolver los casos de contactos estrechos cambiaron radicalmente —y en tan corto tiempo— por impericia, por inoperancia, por desconocimiento o por simple maldad? Cuando en un caso mandan a más de 100 personas a cuarentena y en otro se hacen los cuchos, sobre el mismo final del campeonato y con el mismo afán de hacerles el quite a los protocolos establecidos, ¿usted de verdad cree que todos los funcionarios del Minsal estudiaron en la Universidad Católica o que simplemente daban palos de ciego tratando de apuntarle, con la mejor voluntad del mundo, pero tan erráticamente como era posible, a la mejor fórmula para detener los contagios?
Lo mismo reza para el criterio de los jueces, del profesor de los árbitros, los miembros del Tribunal de Disciplina, del software del VAR, de las convocatorias del profesor Lasarte: ¿Son ingenuos, torpes o lo hacen movidos por un siniestro plan que busca torcerle la mano al destino?
Si en la Universidad de Chile creen que hay conspiraciones a todo nivel para perjudicarlos y mandarlos a la B, ¿cree que deberían interpretar la decisión de Wanderers de darse por descendidos y provocar un cisma en el plantel como un acto de sobrevivencia, de torpeza supina, de desprecio por las normas o, simplemente, de elevar el nivel de la categoría del ascenso en la próxima temporada? Eso considerando que los porteños contribuirán con puntos clave para los rivales de los azules en este etapa.
¿Por qué nos gustará emporcar tan groseramente lo que tanto nos ha costado recuperar y mantener? ¿Seremos tontos o malvados?