Más de 15 horas habló en la Cámara el diputado Jaime Naranjo, con interrupciones de algunos minutos para que pudiera descansar, en lo que fue ayudado por los diputados de la oposición que salían para impedir que hubiera quorum de sesión. ¿La razón? Faltaban dos votos para que prosperara la acusación: los del diputado Giorgio Jackson, que tenía que guardar cuarentena hasta las 24 horas del día lunes, y de Jorge Sabag, que venía viajando desde Chillán.
Toda esta acusación ha sido una maniobra electoral de la peor especie. Se apuró a los asesores que la preparaban para que pudiera presentarse y se pudiera votar antes de las elecciones presidenciales. Las causales daban lo mismo: que el contrato de los Pandora Papers se hubiera suscrito durante la primera administración de Piñera, por lo que la acusación constitucional precluyó a los seis meses de terminado ese primer gobierno, no tenía mayor relevancia; que las imputaciones que se hicieron por omisiones durante el segundo gobierno correspondieran a atribuciones exclusivas del Presidente, como no haber firmado el tratado de Escazú, no interesaban a nadie.
¿Piensan los diputados que esta forma de tramitar una acusación constitucional de un Presidente de la República prestigia al Congreso? No es así. Este tipo de maniobras que rayan en el fraude, con todo tipo de triquiñuelas, no hace más que saturar a la ciudadanía, que observa cómo los políticos no respetan ni siquiera sus propias reglas.
Tampoco se entiende que el diputado Jackson, que pertenece al Frente Amplio, que se suponía venía a renovar la política, se haya prestado para esta vergonzosa martingala que retrata lo peor de las prácticas de la politiquería.
Resulta incomprensible que un diputado haga uso de la palabra por horas y horas leyendo el expediente, la acusación y otros antecedentes, mientras los demás no escuchan y siguen trabajando en sus computadores y teléfonos celulares, todo para dilatar el debate. Se señala que esto también se hizo en la acusación constitucional del año 1993 contra ministros de la Corte Suprema, pero esto es igualmente reprochable, aunque en esa ocasión el diputado Ulloa habló solo cerca de 6 horas, y no más de 15, como Naranjo.
La “ley Lázaro” no existe en Chile y más bien es una metáfora de que se hablará hasta que los muertos caminen. También es conocida como filibusterismo, cuyo nombre da cuenta de que se trata de algo no solo poco ético, sino propio de piratas. Se señala que el abogado de la defensa no planteó la cuestión previa, para así ganar tiempo y que la acusación se votara; pero es muy distinto renunciar a un derecho que hacer obstruccionismo anunciado anticipadamente.
Y no deja de ser curioso ver a un diputado cuestionado por haber contratado a su mujer como asesora y de negarlo frente a una periodista, hacer de Catón de la moral y de la ley para indignarse contra supuestos comportamientos indebidos del Presidente de la República.
Bastante de responsabilidad en este show mediático la tiene el presidente de la Cámara, Diego Paulsen. No debió haber permitido que se extendiera por tanto tiempo un discurso sin contenido y que tenía como único propósito evitar que la acusación constitucional se declarara inadmisible. Si bien la Ley Orgánica del Congreso señala que la sesión solo podrá levantarse si se desecha la acusación o si esta se acepta, no vemos en ninguna disposición legal que el acusador disponga de un tiempo indefinido para plantear los cargos. Si el mismo diputado Naranjo había anunciado que hablaría hasta la medianoche para permitir que llegaran los votos que faltaban, era obvio que estaba abusando de su derecho a intervenir. Paulsen, como máxima autoridad, debió haber impedido ese abuso quitándole la palabra una vez que hubiera hablado por una o dos horas. Esto, aunque sea una práctica parlamentaria, es un ejemplo de obstruccionismo que no puede contar con amparo jurídico alguno.
¿Y toda esta maratónica y bochornosa sesión para qué? Para lograr el mínimo de 78 votos que permitiera que la acusación llegara al Senado, lo que tensionará aún más la estabilidad institucional ya bastante debilitada del país.