Señor Director:

Estoy de acuerdo con Juan Larraín C. en que es aportativa y necesaria, para una comprensión mayor de la realidad, la interacción de la ciencia empírica con otros quehaceres humanos. En lo que disiento es en su afirmación de que la interacción religión-ciencia genere conocimiento más comprensivo. Los hechos, como lo exponía en mi carta del domingo, muestran todo lo contrario.

La ciencia empírica es monista; la religión, dualista. El motor de la ciencia es la duda, el núcleo de la religión es la fe, la ciencia busca respuestas, la religión cree ya poseerlas, la ciencia no pretende verdades últimas y finales, la religión plantea que las tiene y reveladas por un dios. La ciencia dice “ver para creer”, la religión dice “benditos los que sin ver creen”. Para la ciencia la verdad descansa en las evidencias empíricas; para la religión, en la verdad revelada. ¿Dónde está el punto de interacción?

Por otra parte, sostener que “la conciencia, la belleza, el amor y la amistad” son de tal naturaleza que quedan fuera del alcance de la investigación empírica no es coherente con los desarrollos más recientes de la psicología positiva y de la neurociencia afectiva, que nos están ayudando a mejor comprender las mal llamadas emociones espirituales, sin la necesidad de postular la existencia de un alma para ello.

Claudio Ibáñez S.