En una época le tuve temor a alguno de los candidatos presidenciales, con más o menos intensidad o bien despreocupadamente, debido al fragor de las campañas o producto de franjas con imágenes terroríficas, quedaba con pavor por tal o cual y desasosiego por uno en particular, o especialmente por una.
El sentimiento de ahora es totalmente inusual: me dan miedo los siete.
Pienso en títulos de antiguas películas, como El siete machos o Los siete magníficos, pero siempre regreso a mi infancia y por supuesto que a Blancanieves, sin duda una mujer apolítica, y no olvido mi temor por la gente pequeña, con azadón al hombro, en fila india y cantando a coro: “Heigh-Ho”, traducida como “Ay, ho”.
“Cavar, cavar, cavar, cavar y luego recavar cavar, cavar, el cuento es el de nunca acabar”.
No es tanto el miedo al eterno retorno, como al mal de Chile: la eterna ida, el subdesarrollo inagotable y el viaje a ninguna parte. Perdonen la profundidad, así que salgamos rápido a la superficie y respiremos: ¡Qué digo! ¡Cantemos! Con y sin miedo, junto a esas siete personas chicas: Sabio, Gruñón, Feliz, Dormilón, Tímido, Mocoso y Mudito.“Ay ho!!Ay ho!! Ay ho, ay ho, ay ho. Ay ho, ay ho, ya es hora de cerrar Ay ho, ay ho, ay ho. Ay ho, ay ho, nos vamos a cenar”.
A lo mejor, claro, no es culpa de los siete candidatos, en absoluto, sino de los electores.
A los ya maduros y en vías de mayor maduración, incluyo a los medio podridos, les envío un mensaje de esperanza, aunque entiendo sus pavores e inquietud ante la elección presidencial que se avecina.
Piensen en la vejez y la amenaza de caerse y el rompimiento de algo, pero seamos metafóricos, porque es tanto el quiebre del cuerpo humano como la trizadura del cuerpo social: la institucionalidad, eso que tanto apesadumbra al viejo, y sobre todo al viejo cuando es chico. Las viejas chicas, como es usual, caen de menos altura y no están ni ahí con la mala política.
Lo que hay que saber es lo siguiente: los chilenos y chilenas, más que a la muerte, le temen al costalazo y a algo peor, caerse y romperse la cadera.
La mayoría, amigos y amigas mías, sépanlo ustedes, se mueren sin sufrir ni padecer ese accidente. Así que pueden estar tranquilos.
A los electores jóvenes e inexpertos, que no saben cómo fueron las cosas hace 30, 40 o 60 años, se lo cuento con títulos de canciones y cada uno de ustedes pone a su intérprete predilecto. Son los siete que ya sabemos y estos son los temas a tratar y cantar:
“El héroe Chapayev vagó por los Urales”.
“La consentida”.
“En casa de Irene”.
“Le regiment de Sambre et Meuse”.
“Resistiré”.
“Capri c'est fini”.
“Chicha de Curacaví”.
Y entrego más señas de búsqueda, para esa juventud realmente interesada en la política, el miedo y el destino del país: Nico Fidenco, Hervé Vilard, coro militar francés, Dúo Dinámico, Silvia Infantas y Los Cóndores, coro militar ruso y Los Perlas.
Cada uno sabrá por quién vota y a qué le teme, en este momento histórico.
Yo les pongo la banda sonora.
Mi única experiencia, advierto, estuvo en la transición, donde intenté trabajar como DJ, pero me metieron la pata al enchufe, así que me fui con la música y el alargador a otra parte.