Hay una serie de elementos primarios y secundarios que son capaces de alterar la trayectoria de variables claves para un problema matemático y físico. Eso está bien aprendido en la Teoría de la Relatividad y en la Física Cuántica y otras ramas del saber científico.
Deseo ofrecer una reflexión de raíz científica dirigida a los siete candidatos presidenciales. Esta posee como foco el tema perimetral y los límites de lo posible en política.
Los siete candidatos dicen con fiereza o en tono algo más matizado que hay que cambiar el sistema.
Las ofertas van desde esquemas refundacionales completos a cambios estructurales de fondo.
El foco del problema para 2022 reside en la siguiente cuestión: ¿habrá conciencia debida en los siete candidatos del contexto externo, interno, local y emocional, donde cada postulante está convocando a una suma lineal de propuestas programáticas ambiciosas, muy variadas, que intentará realizar en pocos años?
La dimensión tiempo la cubren por la legalidad vigente, que les da un mandato de cuatro años. Pero a eso ellos agregan un factor “acelerador”, fuerza que han impregnado sobre las expectativas de la gente (promesas).
El tema puede evaluarse de maneras diferentes, y estoy cierto de que podrá haber matices.
Aun así, al ciudadano común y corriente no le cuadra el maximalismo propuesto, ni la escasa coherencia de los programas de gobierno conocidos.
Primero: hay una confusión latente y riesgosa, instalada de lleno en el plano espacio. Los candidatos —cual más, cual menos— postulan ocupar el espacio de la polis política, llenándola con centenares de políticas públicas en todas direcciones y dimensiones (reformas previsionales, reformas laborales, reformas territoriales, reformas de género, reformas educativas, medioambientales, de salud, de seguridad, de manejo del orden público, de las relaciones internacionales, etcétera).
El segundo elemento —más grave que lo anterior— es que la mayoría de las candidaturas que poseen probabilidad de salir victoriosas plantean acelerar la velocidad y dinámica de los cambios en dimensiones gravitantes en lo social y económico. Es decir, ellos van a aplicar mucha energía política y social sobre ciertas partículas de los átomos sociales claves, tal que aceleren los recorridos reformistas para expandir —en muchas direcciones— los radios de alcance. Eso refleja un grado importante de voluntarismo.
Esa idea de aceleración por aceleración —bajo un nuevo enervamiento— desconoce las dinámicas de la física y las derivadas en las iteraciones del espacio político. Es aquí como se junta la física con la política; y de una forma que no resulta nada bien.
Expliquemos usando un ejemplo ilustrativo sencillo.
Si acaso a un determinado volumen de elemento fluido —como es líquida la realidad presente— se le va inyectando más calor y muchos impulsos dirigidos (oleajes) período tras período, ello eleva de manera sistemática la tensión ambiente, obedeciendo así a una visión de los “iluminados” a cargo.
Un simple análisis desde la física clásica concluye con la predicción que sigue.
O se evapora por el aire el material de base (ideas y políticas), o bien se termina por fracturar el espacio al violar perímetros del sistema. Lo último —de ocurrir— genera una rotura grave o fatal, la que termina dañando el sistema social entero.
A los distinguidos candidatos a la primera magistratura del país, les pido poner atención a las condiciones reales objetivas.
Por ejemplo: a ponderar con mejor crédito a los equipos que posean expertise real, y bastante menos a la tribu de asesores comunicacionales que deambulan en sus comandos.
El chileno de la calle ya no está por privilegiar solo la poesía. Menos aún por encima de la coherencia de base.
Eduardo Aninat Ureta
Profesor universitario